Hablaremos de la idea de belleza en el arte de la antigua Grecia.
Para los antiguos griegos hablar de belleza era hablar de proporción. Estaban obsesionados con encontrar un canon que permitiera plasmar la naturaleza en el arte.
Por otro lado, cuando hablamos del cuerpo humano, lo veían, no como un todo, sino como el conjunto de unas partes, y lo presentaban, casi por separado, ya efectuando la división entre ellas.
Esto es lo que se conoce como diartrosis, una característica del arte griego, especialmente en la época clásica.
La constitución del cuerpo humano se basa en el número tres, primer número impar y que, además, contiene el primer número y otro que es uno de los dos. 3 es igual a 2 + 1. Dos cosas no pueden existir, sino una tercera.
Como decía Platón, es mejor lazo aquel que hace de sí mismo y lo anudado una unidad, de forma que lo primero se relaciona con lo segundo y lo segundo con lo central. Por eso el número tres es comienzo, centro y fin.
Un pitagórico diría que todas las cosas pueden terminarse con el número tres.
En el cuerpo, los principales miembros tienen tres partes. El tronco, los muslos y las piernas. En las extremidades inferiores, los muslos, las piernas y los pies. Lo mismo con los brazos, manos y pies. La relación entre estas tres partes está presente en todo y en sus partes.
En los individuos bien formados, el tronco, junto con la cabeza, guarda con los muslos y las piernas más los pies, la misma proporción que los muslos con las piernas más los pies y el brazo, y el antebrazo con la mano.
El rostro también tiene tres partes que son tres veces la longitud de la nariz.
Los artistas griegos tenían, al igual que los egipcios, reglas fijas para las proporciones del cuerpo humano.
Aunque los griegos, en su afán por alcanzar la excelencia o areté, fueron cambiando estas reglas a lo largo de los años, cosa que no pasó en el arte egipcio que se mantuvo durante siglos.
Reglas de la proporción, obtenidas en el arte de las proporciones del cuerpo humano, fueron probablemente fijadas por los resultados que pasaron después a la arquitectura.
El pie fue para los antiguos la medida de todas las medidas. Existe una relación proporcional entre el pie y el cuerpo, aunque pueda parecer extraña a primera vista. Según expertos, se basa en la observación de la naturaleza.
Esta proporción se encuentra tanto en figuras egipcias como griegas y podría verificarse en la mayoría de las estatuas si estas hubieran conservado sus pies.
La naturaleza es el mejor maestro para apreciar la belleza de las partes específicas del cuerpo. En lo particular, la naturaleza supera al arte, aunque el arte puede elevarse por encima de la naturaleza en otros aspectos.
En lo relativo a la belleza facial, conocido como perfil griego. Este perfil es una línea casi recta o suavemente descendente que une la frente y la nariz, y se considera la cualidad más destacada de la belleza superior.
Expresa grandeza (líneas rectas) y delicadeza (curvas suaves). Cuanto más pronunciada es la curva de la nariz más se aleja de la belleza ideal. Este tipo de perfil es más común en climas suaves que en los rigurosos. Las cejas consisten en una línea de pequeños pelos.
Los griegos les llamaban “cejas de las gracias”. Las cejas muy curvadas no se consideraban bellas.
El ojo grande se consideraba más hermoso. En los ojos bellos, el párpado superior forma un arco más redondeado. No todos los ojos grandes son bellos, especialmente los salientes.
En relieves de perfil, los ojos formaban un ángulo abierto hacia la nariz. Esta apertura confiere grandeza y nobleza a la mirada.
La frente bella debe ser corta, al menos en la juventud (como en la flor de la vida). Una frente grande y despejada es más apropiada para la edad viril.
La medida ideal de la boca es igual a la apertura que marca la nariz. Una línea más larga en las proporciones del óvalo facial.
El labio inferior debe ser más grueso que el superior para mostrar un color rojo más bello. Bajo el labio, en la barbilla, debe formarse una marcada redondez.
La belleza de la barbilla consistía en una redondez de forma convexa. El hoyuelo de la barbilla era considerado como algo casual, no como un elemento de belleza universal.
Los antiguos artistas griegos no solo se preocupaban por el rostro. También se interesaban por los pies. De todas formas, muy pocas manos y pies han sobrevivido al tiempo.
Muchas de las extremidades que vemos en obras antiguas son añadidos nuevos, como pasa con los brazos del Apolo de Belvedere.
Las manos juveniles deben parecer moderadamente llenas, con pliegues apenas visibles. Los dedos se extienden con amable delgadez, como columnas bien diseñadas. La última falange de las estatuas no suele estar curva en su parte delantera, a diferencia del arte moderno.
Los pies eran más visibles que en la actualidad. Cuanto menos oprimidos iban, más perfecta era su forma. Los sabios antiguos hacían observaciones sobre los pies y sacaban conclusiones sobre el carácter de las personas a partir de ellos.
En obras antiguas, las uñas de los pies aparecen más planas que en las estatuas modernas.
El pecho masculino debía ser poderoso y curvado como cualidad de belleza. Por otro lado, la belleza del pecho femenino residía en un desarrollo moderado. El seno femenino nunca está exagerado en las figuras.
Los poetas los comparaban con “uvas de agraz”. En figuras pequeñas de Afrodita, aparecen compactos y puntiagudos.
El abdomen, tanto en la figura masculina como la femenina, se asemeja al de una persona tras un dulce sueño. Sin demasiado volumen, tipo que los naturalistas consideran indicio de larga vida.
El ombligo, especialmente en figuras femeninas, aparece muy hundido y forma un arco pequeño o semicírculo hacia arriba o hacia abajo.
Con respecto a los genitales masculinos, el testículo izquierdo siempre aparece más grande que el derecho. Parece ser que esto se da en la naturaleza. Se compara con el ojo izquierdo que supuestamente posee una vista más aguda que el derecho.
Las rodillas en las figuras juveniles aparecen redondeadas suavemente sin tensiones musculares y cartílagos visibles. Para poder apreciar el arte griego hay que empezar reconociendo la belleza en este antes de buscar defectos e imperfecciones.
Nuestra vanidad nos hace siempre buscar el fallo y hacer juicios rápidos. No nos gusta demorarnos en la contemplación de una obra.
Es mucho más fácil buscar y encontrar lo imperfecto que lo perfecto, y siempre nos cuesta menos esfuerzo enjuiciar a otros que instruirse. La belleza suele ser alabada en términos generales, mientras que los errores los buscamos en el detalle.
Debemos acercarnos a las obras sin prejuicios, con apertura para encontrar la belleza, y visitar las obras repetidamente para descubrir sus cualidades.