Hoy hablaremos de un género inventado por los antiguos griegos. Un género artístico que 25 siglos después sigue vivo. Hoy hablaremos de la tragedia. Dentro hilo.
La importancia de tragedia griega no está solo en la fidelidad a un pasado brillante. También está en la riqueza de pensamiento que los actores supieron imprimir. Además, la tragedia griega presenta un lenguaje accesible y una reflexión sobre el ser humano.
De todas formas, cuando hablamos de tragedia griega y de su cosecha de obras maestras, estamos hablando de un periodo que solo duró 80 años.
La primera representación trágica que se conoce se remonta al 534 a. C. bajo el gobierno del tirano Pisístrato. La primera obra que se conserva es “los persas” de Esquilo del 472 a. C.
Este periodo de 80 años transcurre entre el fin de las guerras médicas, donde Atenas se erige como el garante y protector del mundo heleno venciendo a un enemigo externo (Persia)
y los años en los que Atenas, prisionera de un imperio que ya no podía conservar, sucumbe ante los ataques de Esparta en la guerra del Peloponeso.
A partir del 386 a. C. se empiezan a reponer obras en las fiestas de las Dionisias. Hasta entonces solo se representaban las obras una vez. La vida misma de la tragedia se desvaneció al mismo tiempo que se desvaneció la grandeza de Atenas.
La tragedia griega es un género aparte, que no se confunde con ninguna de las formas adoptadas por el teatro moderno.
Tiene un origen religioso. Solo se representaban en las fiestas del culto de Dionisio. Las obras se representaban en un concurso, como comentamos en el hilo sobre la comedia.
Según Aristóteles, la tragedia nace de las improvisaciones; había surgido de formas líricas como el ditirambo, o canto coral en honor a Dionisio. Era un espectáculo que revestía el carácter de una manifestación nacional.
El teatro era el principal medio de transmisión de la cultura en la antigua Grecia. La entrada al teatro no era gratuita, pero en la época de Pericles existía un impuesto para costear la entrada de los ciudadanos más pobres. Todos los ciudadanos acudían a las obras de teatro.
El nombre de tragedia viene de trag-aedia que significa “el canto del macho cabrío”. Este nombre sugiere a la idea de los sátiros, personajes míticos asociados al culto de Dionisio, cuyo cuerpo se asemeja al de un macho cabrío.
Esta hipótesis es coherente pero los sátiros nunca fueron asimilados a machos cabríos en esa época. Además, los cantos de los sátiros, más o menos lascivos, no parece que dieron lugar a la tragedia (que para nada era lasciva).
Además, el culto a Dionisio está más ligado a los pavos reales y a las ciervas, que al macho cabrío. Otra hipótesis dice que tenía que ver con el premio que ofrecían al mejor autor (recordemos que las obras se representaban en un concurso).
Los autores de tragedia partían de los mitos, donde los personajes procedentes de un pasado heroico eran revestidos de alguna grandeza. Estos mitos eran conocidos por todos los antiguos griegos. Los autores elegían un episodio concreto del mito, una acción única.
La tragedia griega presenta dos elementos diferenciados: el coro y los personajes. Ambos elementos se representaban en dos lugares a la vez. Los espectadores ocupaban un graderío en forma de amplio hemiciclo.
Frente al graderío existían unos muros que hoy serían comparables con nuestros escenarios. Había también una especie de balcón donde podían aparecer los dioses.
El coro ocupaba un lugar independiente de los personajes, pero podía interactuar con ellos, aconsejarles e incluso amenazarlos. La tragedia griega no tiene actos, pero la acción se reparte en unos episodios.
Por un lado, tenemos el prólogo que es el episodio que procede a la entrada del coro. Luego tenemos la entrada del coro o párolo. También existen diferentes episodios separados por cantos del coro (estásimos) y por último tenemos el éxodo, que es la salida del coro.
El coro, en su origen, era el elemento más importante de la tragedia. Su composición estaba subvencionada por ciudadanos ricos denominados coregas. La acción de la tragedia era muy lineal, pero presentaba unos giros inesperados denominados peripecias.
Ahora hablaremos de los tres autores más importantes de la tragedia y de los únicos de los que se conservan obras: Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Esquilo es el hombre de las guerras médicas. Combatió en las batallas de Salamina y de Maratón. En sus obras, los dioses y sobre todo la justicia divina están presentes por todas partes.
Esto no significa que su mundo esté en orden, sino que aspira a un orden. Un mundo en el que reina la violencia. Se mata y se es matado.
Sófocles vive el apogeo de la historia de Atenas. Durante la batalla de Salamina (fin de las guerras médicas) solo era un muchacho. Conoció el imperio ateniense en su máximo esplendor y vio edificar las construcciones de la Acrópolis.
Era de familia acomodada, una persona amable y sociable con un gran número de amigos. Mientras que Esquilo vivió la amenaza del desastre con las guerras con los persas, Sófocles vive una grandeza sólidamente afianzada y que solo necesitaba ser bien administrada.
Si bien las obras de Esquilo toman el tema de la justicia divina, las de Sófocles tratan sobre el problema del origen ético encarnado en sus personajes.
Su Antígona, por ejemplo, sufre por su soledad, se lamenta, pero se dirige resueltamente hacia la muerte. Es decir que el sufrimiento que nace de esta soledad presenta a la vez la conducta y la consecuencia de la valentía heroica.
Sófocles también trató el tema del destino. Las cosas sencillamente son así. De hecho, cuando hablamos del destino los griegos designaban ante todo la realidad, en la medida que escapa al hombre.
Eurípides era 15 años menor que Sófocles, pero pertenece a otra época intelectual y presenta un temperamento opuesto al de su predecesor. La experiencia que le marcó fue la guerra del Peloponeso, una guerra larga y devastadora que certificó la ruina del imperio ateniense.
Esto se transmite en la confusión en la que se debaten sus personajes en una atmósfera desencantada. Tuvo varios matrimonios desdichados y aunque su carrera literaria experimentó mucha resonancia solo venció cuatro veces en los campeonatos de tragedia.
Eurípides imprime en el género trágico una profunda renovación. Desarrolla la acción. Multiplica los personajes y baja a los héroes de su pedestal. Jugó con mil variaciones alguna de ellas rozando el melodrama.
Si es bien que Esquilo escribió algunas obras apegadas a las realidades sociales, Eurípides da un paso más y les imprime una orientación política y escribe obras que se hacen eco de los problemas entonces actuales.
A Eurípides no le gusta Esparta y presenta Menelao (rey de Esparta y marido de Helena de Troya) con papeles ingratos. No le gustaba Esparta, pero le gustaba mucho menos la guerra y sus problemas que cuando no ocupan el centro de la acción, sirven a menudo como telón de fondo.
Los héroes de Eurípides son más conmovedores por tener una vida semejante a la de los demás hombres. Son víctimas de todas las debilidades humanas, obedecen a sus pasiones y son mediocres.
Las pasiones conllevan en sus obras todo tipo de violencia motivada por el deseo de devolver golpe por golpe y hacer sufrir porque se sufre. Los héroes de Homero dudaban, pero su duda se calibraba en términos claros e intelectuales.
Con Eurípides hay almas divididas. Sus personajes obedecen a distintos impulsos y actúan en función de sus miedos y deseos. Sus obras no acusan a ningún Dios. Se refiere a los dioses para aludir lo que el destino de los hombres tiene de inestable y de desconcertante.
Poco a poco las obras de teatro se volvían más letradas y se dirigían a un público de curiosos. La tragedia griega murió cuando se cortó el hilo que la unía con la ciudad.
De Esquilo a Sófocles y Eurípides la tragedia griega se transforma y se renueva. El mundo cambia, el gusto, el tono, pero la forma literaria siguió siendo la misma. Sus elementos derivaban de dos fuentes de inspiración, el pasado mítico y la actualidad política.
Predominan dos grandes familias de héroes, los Átridas y los Ladácidas. Los Átridas, descendientes de Atreo, son una familia de generaciones de héroes, llena de crímenes monstruosos entre hermanos y padres e hijos que se matan entre sí.
Agamenón muere asesinado por su esposa Clitemnestra, a la que mata su hijo Orestes. Ifigenia es sacrificada por su padre Agamenón. La familia de los Ladácidas no sale mejor parada.
Edipo, hijo de Layo, mata a su padre, se casa con su madre, con la que tiene hijos (que son sus hermanos), que terminan matándose entre ellos y Edipo arrancándose los ojos.
Los psicólogos modernos han usado la tragedia griega para explicar trastornos como es el caso del complejo de Edipo. Pero en el Edipo de Sófocles, Edipo hace lo que hace no por un trastorno, sino por una cruel equivocación. Él no lo desea en absoluto.
Las tragedias griegas tratan de temas que incumben a las emociones fundamentales en el hombre, pero los tratan en el seno de una mentalidad que no era la nuestra.
Es raro que la actualidad suministre un tema para una tragedia griega. Solo tenemos un ejemplo entre las conservadas, como es el caso de “los persas” de Esquilo.
Pero los poetas eran ciudadanos y como tal estaban comprometidos con su ciudad. Su obra solía trascender los intereses del momento y traducirlos en intereses ciudadanos.
La tragedia se define por la naturaleza de las cuestiones que plantea más que por las respuestas que proporciona. Lo trágico consiste en medir el destino de los hombres en función de desgracias individuales y a menudo excepcionales.
La tragedia implica la afirmación del hombre. La palabra drama quiere decir acción. En la tragedia se lucha, pero se intenta obrar bien. Se habla de un traidor de melodrama, pero no se habla de un traidor de tragedia. La tragedia no puede contener ninguna mezquindad.
Los héroes de Esquilo lidian con la justicia divina. Los de Sófocles tienen un heroísmo más desarrollado. Pueden engañarse. Pueden, en un momento dado, verse ridiculizados por los dioses, pero sin perder nunca su grandeza.
Los personajes de Eurípides actúan únicamente en función de su ideal y se hacen daño entre ellos deliberadamente.
Y esto es todo sobre la tragedia griega y sus tres grandes exponentes, los únicos de los que conservamos obras y no todas.
Además de estos autores hay otros como Agatón, que lo menciona Platón en el banquete, Aristón, hijo de Sófocles, Critias, tío de Platón y Mileto, el acusador de Sócrates.
Terminamos con este verso de la Medea de Eurípides cuando esta se dispone a matar a sus hijos para vengarse de su marido Jasón:
Sí, conozco los crímenes que voy a realizar, pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones y ella es la mayor causante de males para los mortales.
Fuente: La tragedia griega. Jacqueline de Romilly