Hoy hablaremos de la influencia del oriente próximo en la religión y cultura de la antigua Grecia. Dentro hilo.
Durante mucho tiempo, se había pensado que la civilización griega se desarrollaba de forma aislada, sin influencias de otras culturas. Sin embargo, desde la primera mitad del siglo pasado, se considera que esto no es cierto.
Hoy en día, se presenta el desarrollo de la cultura griega como el resultado de una larga interacción con otras culturas indoeuropeas micénicas
Hoy nos centraremos en la influencia de oriente próximo en la religión griega, influencia que llegó desde una época muy temprana.
Se puede notar una influencia oriental en el arte durante la transición del período del bronce al hierro, que ocurrió entre los años 1050 y 900 a. C.
En este período, se pueden identificar claras influencias orientales en lo que llamamos el estilo Protogeométrico y geométrico, que muestra configuraciones fuertemente influenciadas por las culturas de Oriente.
Esta influencia se hizo aún más evidente en los años 700 y 600 a. C. con el periodo orientalizante, que se caracterizó por la incorporación de elementos orientales, como animales exóticos y motivos florales inspirados en Oriente.
El término “Oriente Próximo” se utiliza para referirse a las culturas de varios pueblos que habitaban zonas que incluían Persia (hoy Irán), Egipto, Asia Menor y Mesopotamia (hoy Irak y Siria).
A pesar de sus diferencias, estas culturas compartían rasgos sociales, políticos y religiosos comunes.
También desarrollaron diversos sistemas de escritura. Por ejemplo, los jeroglíficos y la escritura cuneiforme sumeria estuvieron en uso hasta que se introdujo el más práctico alfabeto fenicio, del cual se derivó el griego al añadirle las vocales.
Esto simplificó en gran medida su lectura y escritura, contribuyendo a su difusión y uso generalizado.
El mar Mediterráneo desempeñó un papel crucial durante el tercer milenio a. C., al permitir intercambios comerciales y conquistas que facilitaron la comunicación entre diversas culturas.
En el segundo milenio a. C., Grecia entró en contacto, a través de Chipre y Creta, con pueblos orientales como los hititas y los semitas.
Los hititas dominaron Anatolia durante ese milenio, mientras que los semitas se establecieron en el Mediterráneo oriental, abarcando zonas costeras y el interior, como Egipto, Líbano, Jordania, Palestina e Israel.
Mesopotamia, la tierra de los dos ríos (el Tigris y el Éufrates), que corresponde a la actual región de Irak y Siria, fue el hogar de una de las culturas más influyentes.
Las contribuciones del mundo oriental a la religión y los ritos griegos son significativas, aunque las fuentes que las documentan son escasas. Por lo tanto, resulta más sencillo estudiar los intercambios que ocurrieron en la mitología.
En el Mediterráneo oriental, se tenía la noción de una “gran diosa”, una figura femenina a menudo representada como la diosa madre de la naturaleza.
También se observaba una conexión entre esta diosa y su compañero, generalmente de rango inferior, que podía ser su hijo, amante o hermano, y cuya historia a menudo terminaba de manera trágica con la muerte del amado.
Esto se refleja en mitos como el de Afrodita y Adonis, que recuerda a la tradición arcadio-sumeria de Inanna y Damuzi, así como a la de Isis y Osiris en la mitología egipcia.
La diosa griega Afrodita, la diosa del amor, parece estar relacionada con Ishtar en la región de Arcadia, con Astarté en la región sirio-palestina y con Inanna en la sumeria.
Estas diosas se definen como “señoras del cielo” debido a su relación con el planeta Venus y tienen vínculos con el eros y la guerra.
Otros dioses del panteón griego parecen tener orígenes indoeuropeos, como Apolo, el dios de la medicina y la música, y su gemela Artemisa, la diosa de la caza.
Zeus, la deidad principal en el panteón griego, se caracteriza como un dios de la tempestad.
Esta caracterización tiene paralelismos en las tradiciones del Oriente Próximo, donde se encuentra una divinidad del cielo y la lluvia conectada con la luz y el día, similar a los dioses del Mediterráneo oriental, e incluso en la India y el mundo germánico.
La imagen de una divinidad que lanza un rayo destructivo, representada de pie con las piernas adelante en el momento de lanzar el rayo, es una representación iconográfica común.
En Grecia, los relatos épicos de Homero y Hesíodo, escritos entre los siglos VIII y VII a. C., marcaron el inicio de la literatura griega y establecieron el canon clásico de los dioses.
La teogonía de Hesíodo narra el nacimiento de los dioses y la organización del cosmos, de manera similar a otros poemas épicos orientales, como el “Kumarbi” (hitita), el “Enuma Elish” (babilónico) y el ciclo de Baal en la mitología de Ugarit (Siria) en el segundo milenio a. C.
La similitud de los mitos es tan evidente que parece clara la influencia oriental, especialmente considerando que las tradiciones orientales son milenios anteriores.
Estos relatos comparten la narrativa de la generación divina y el traspaso de poder de unos dioses a otros.
En casi todos estos relatos, el dios de la tempestad triunfa al final, y los dioses más antiguos van perdiendo poder, convirtiéndose en dioses ancestrales sin culto, a quienes se denomina “dei otiosi” o “dioses ociosos”.
Estos dioses ancestrales representaban fuerzas cósmicas de los orígenes que existían mucho antes de que los dioses que reciben culto aparecieran.
La narrativa de la historia de Zeus sigue un modelo similar al de Teshub en Anatolia, quien asumió el poder después de enfrentarse a tres dioses anteriores (Alalu, dios de la tierra; Anu, dios del cielo; y Kumarbi, dios del grano).
Esta misma narrativa se repite en el caso de Baal, dios de los ugaritas, y Marduk en la Mesopotamia.
Como se puede observar, el estudio de la religión es una herramienta fundamental para determinar los orígenes, interacciones y contactos entre sociedades y culturas antiguas.
Grecia se convirtió en un crisol de influencias cuando los conquistadores indoeuropeos llegaron desde el norte, trayendo consigo sus leyes, organización social y dioses.
Estos invasores, que llegaron a Grecia en el XII a. C. se encontraron con pueblos autóctonos que habían mantenido contactos a través del Mediterráneo con otras culturas del Oriente Próximo.
La combinación de todas estas influencias dio lugar a la religión y la cultura griega, y representa el germen de lo que somos hoy en día.
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Fuente: Religión griega: Una visión integradora. Alberto Bernabé y Sara Macías Otero