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Todo empieza con Licaón. Rey de la región de Arcadia.

Era un rey muy querido por su pueblo y muy religioso.

Tanto que creo un altar en honor a Zeus donde se realizaban sacrificios humanos.

Esto de los sacrificios humanos le terminó por molar mucho. Tanto que llego a sacrificar a todos los extranjeros que llegaban a su casa.

Esto presentaba un problemilla. Mas que el echo de matar personas, el de violar la sagrada ley de la bendita hospitalidad.

Lo que venía a ser la Xenía o vínculo de hospitalidad, amistad entre huéspedes.

La Xenía era algo sagrado. Zeus era el protector de la hospitalidad y castigaba a aquellos que quebrantasen la Xenía.

Zeus se entera de estos sacrificios humanos de huéspedes y decide comprobar si es cierto.

Para esto se hace pasar por peregrino y se presenta en el palacio de Licaón.

Algunos sirvientes de Licaón ven algo raro en el peregrino y sospechan que es un dios.

Licaón, alertado por estas señales, decide no sacrificar al peregrino “por si acaso”

Pero le da de comer carne de una de sus víctimas.

Esto le enfada enormemente a Zeus, que termina por incendiar el palacio de Licaón y convirtiendo a este en lobo rabioso.

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Zeus vuelve al Olimpo tremendamente decepcionado con la raza humana.

Tan decepcionado que decide que lo único que se puede hacer es aniquilarla por completo.

Crea una gran tormenta que genera un gran diluvio para acabar con todos los humanos.

Pero esta es otra historia.