Todos sabemos que la Ilíada y la Odisea fueron escritas por Homero, pero ¿existió en realidad Homero? Hoy hablaremos de la cuestión homérica.
La Ilíada transcurre en la edad del bronce, pero ¿refleja la información que nos da Homero en su obra la edad del bronce?
¿Refleja más la edad posterior en la que vivió Homero? ¿Se halla a medio camino? La verdad es que no se sabe mucho sobre la vida de Homero.

Parece ser que fue un bardo o juglar errante que contaba las hazañas heroicas de una época pasada. Según se dice, consiguió compilar y cambiar historias sobre la guerra de Troya en un único relato.
Estos relatos, inicialmente orales, terminaron poniéndose por escrito. Hay autores que dicen que fue él quien los puso por escrito, aunque otros le atribuyen solo su autoría, pero que el relato fue transmitido por tradición oral y puesto por escrito más tarde, sobre finales del siglo VI a. C.
Asumamos que Homero fue una persona real y que fue el autor de la Ilíada y la Odisea (aunque ambos casos están en duda). Pero, ¿dónde y cuándo vivió?
Heródoto cuenta en su obra Historia que Homero vivió 400 años antes de su época. Dado que vivió hacia 450 a. C., situaría a Homero en el siglo IX a. C., sobre el 850. Los especialistas, sin embargo, se decantan más por el 750 a. C.
Muchos autores antiguos como Píndaro y Aristóteles discutieron sobre sus orígenes. Algunos lo sitúan en Esmirna (hoy la ciudad de Izmir, en Turquía) y dicen que trabajó durante años en la isla de Quíos.
Otros autores dicen que nació en Quíos o en la isla de Íos. En resumen, no hay un acuerdo sobre su lugar de nacimiento. De hecho, hay quien opina que nunca existió, e incluso quienes piensan que Homero no fue un único individuo, sino por lo menos dos personas.
Hoy en día, tras exhaustivos análisis estilísticos de las obras, se ha llegado a un consenso de que fueron escritas por una única persona, aunque el consenso no es general. También se ha sugerido que Homero no fue un hombre sino una mujer.
Hay también otra hipótesis interesante sobre Homero que dice que no hubo una persona llamada Homero, sino que Homero era una profesión. Con esta teoría, Homero sería la profesión de bardo itinerante que cantaba epopeyas sobre la guerra de Troya.

Como vemos, lo único que tenemos claro sobre Homero es que no sabemos nada de él.
Respecto a la segunda pregunta, sobre si los hechos de la Ilíada reflejan la edad del bronce o la del hierro, o algo a medio camino entre ambas, para poder responder a esto, debemos unir la información que sacamos de los textos con la arqueología.
Está claro que las historias o relatos de la guerra de Troya se habían transmitido durante siglos por los bardos. Pero, ¿pudo un único poeta, o muchos poetas, haber recordado miles de versos y transmitirlos durante los siglos que pasan desde la guerra de Troya a la época de Homero?

Aunque nos pueda parecer algo sobrehumano memorizar miles de líneas de texto, no es algo tan inusual. Hoy en día existen poetas y bardos modernos que lo hacen. Además, muchas de las secuencias de texto son de repertorio, formularias y repetitivas, como “Atenea de ojos de lechuza”, “Aquiles de pies ligeros”…
El canto segundo de la Ilíada (el catálogo de naves) es considerado por muchos estudiosos como un documento preciso de la edad del bronce.

Se han estudiado restos arqueológicos de ciudades y pueblos enumerados en el catálogo que demuestran que solo fueron habitadas durante la edad del bronce y abandonadas mucho antes de la llegada de Homero.
Pero también hay que decir que en el catálogo de naves aparecen ciudades que no deberían estar, e incluso ciudades que deberían estar pero permanecen ausentes. Al final parece tratarse de una amalgama de cambios operados durante siglos.
En conjunto, la Ilíada parece ser una recopilación de detalles y datos que abarcan el tiempo transcurrido entre la edad del bronce y del hierro. Por ejemplo, se dice que tanto Héctor como Patroclo fueron incinerados en piras funerarias.
La práctica de la cremación era más típica de la edad del hierro que de la edad del bronce, aunque hay restos crematorios en yacimientos del siglo XIV a. C. en Troya.
Homero también menciona cascos de colmillos de jabalí. Estos cascos habían dejado de usarse al final de la edad del bronce.

De manera similar, tenemos la descripción que hace Homero del “escudo de torre” de Áyax. Este tipo de escudo no solo es de la edad del bronce, sino anterior a la guerra de Troya.
“Áyax llegó junto a él embrazando su escudo grande como una torre, hecho de bronce y del cuero de siete bueyes” (Il. VII 219-223)

Algunos estudiosos creen que Áyax fue un héroe de una época anterior a Troya, descrito anteriormente en otra epopeya (hoy perdida) y que fue introducido en la trama como un personaje ya conocido por la audiencia.
El poema describe muchas veces la armadura y objetos de la edad del bronce, más que de la época de Homero. El guerrero se coloca el equipo siempre en el mismo orden: grebas, coraza, espada, escudo, casco y lanza.
Los guerreros utilizan siempre armas de bronce, pese a que en la época de Homero las armas estaban hechas de hierro. En la Ilíada se mencionan unos pocos objetos de hierro. En la edad del bronce se conocía el hierro, pero era un material escaso y de gran valor.

También tenemos detalles en la Ilíada que confunden prácticas de la edad del hierro con la edad del bronce, como el número de radios empleados en las ruedas de los carros y el número de caballos que tiraban de ellos.
En la época de la guerra de Troya, los carros tenían ruedas de cuatro radios e iban tirados por dos caballos. Las descripciones de Homero hablan de ocho radios en las ruedas y de carros tirados por cuatro caballos.
Homero describe los carros como “taxis de batalla” para llevar a los guerreros a la línea de frente, tras lo cual se desmontaban y luchaban a pie, una práctica más de la edad del hierro que del bronce.
Algo similar pasa con las lanzas. Homero menciona que los guerreros llevan dos lanzas para lanzarlas. Esta práctica era algo habitual de la edad del hierro, mientras que en la del bronce llevaban una única lanza que empleaban para atacar al enemigo cercano más que para ser lanzada.
En la Ilíada hay muchos duelos individuales, una práctica de combate más propia de la edad del hierro que de la del bronce.
En resumen, las descripciones que hace Homero de la guerra de Troya en la Ilíada contienen una combinación de prácticas de la edad del hierro y la del bronce. Además, Homero describe objetos y lugares que estuvieron presentes únicamente en la edad del bronce y no fueron descubiertos por arqueólogos modernos hasta comienzos del siglo XX.
Por lo tanto, el relato, a pesar de sus inexactitudes, contiene detalles que fueron transmitidos de un bardo a otro durante cinco siglos. En el estudio, reevaluación y análisis contemporáneo de la historia y figura de Homero desde una perspectiva arqueológica, literaria y cultural, existen diferentes escuelas.

Por un lado tenemos a los oralistas tradicionalistas, divididos en dos subconjuntos. Unos sostienen que no hay un autor principal y que todas esas versiones son originales, mientras que otros, los neoanalistas, defienden la existencia de un autor principal que puede separarse de las interpretaciones posteriores.
Además de estos, tenemos a los estructuralistas, que consideran imposible que un poema de la extensión y maestría de la Ilíada y la Odisea pudiese componerse sin escritura.
Estos argumentan que las repeticiones e inconsistencias son el resultado de las revisiones de un poeta que expandió un núcleo original durante mucho tiempo, y que la estructura y calidad artística de los poemas demuestran el uso de la escritura en su composición.
Otras preguntas que surgen sobre la trama de la guerra de Troya podrían ser: ¿son creíbles los acontecimientos y el argumento de la Ilíada? ¿Es plausible que toda una nación acuda a la guerra por una sola persona?
¿O realmente había un rey de reyes que reunió a tantos hombres para recuperar a la esposa de su hermano? ¿Estuvo la sociedad micénica de la edad del bronce realmente organizada de esa manera? La respuesta a todas estas preguntas parece ser sí.
Está claro que la guerra no pudo librarse a causa del secuestro de Helena, pero esto pudo haber proporcionado una excusa apropiada que enmascarara las motivaciones reales.
Unas motivaciones que seguro que fueron políticas y comerciales, dada la estratégica posición de la ciudad de Troya, en el epicentro de una de las mayores rutas comerciales. La adquisición de tierras y el control de lucrativas rutas comerciales siempre ha sido el detonante de las guerras en el mundo antiguo (y también del mundo moderno).
No muy lejos del ejemplo de Troya, lo tenemos en la Primera Guerra Mundial, donde el asesinato del archiduque austriaco Francisco Fernando fue el detonante de la guerra, una guerra que estaba destinada a suceder de cualquier manera, pero este asesinato fue la chispa que prendió la mecha.
Dentro del ciclo troyano también tenemos algo poco creíble como el incidente del caballo. Si bien esto no se relata ni en la Ilíada ni en la Odisea (solo hay una pequeña mención de una línea en la Odisea), es bastante improbable que los troyanos cayeran en una trampa tan burda.

Pero Homero y los otros bardos eran poetas y como tales podían permitirse ciertas licencias poéticas. El caballo pudiera representar un ariete o algún ingenio de asedio que utilizaron los griegos para entrar en las murallas.
También se ha sugerido que el caballo es una metáfora de un terremoto que destruyó la ciudad, pues Poseidón, dios griego asociado con los terremotos, tenía como símbolo el caballo.
Sea como fuere, la Ilíada y la Odisea, escritas por Homero o no, representan algunos de los pilares de la cultura occidental. Son dos obras que, a pesar de haber sido escritas hace aproximadamente 28 siglos, introdujeron formas de pensar y expresar conceptos complejos sobre la guerra, el amor y la gloria.
Han creado personajes arquetípicos que trascienden la literatura: Aquiles, el héroe trágico; Odiseo, el héroe astuto; Penélope, símbolo de la fidelidad; y Helena, la belleza destructora.
En resumen, la Ilíada y la Odisea son cimientos narrativos y simbólicos sobre los que se construyó gran parte de la identidad cultural occidental.