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Hoy hablaremos de una diosa que surgió del Caos primordial, madre de titanes y dioses, protectora feroz de sus hijos y personificación misma del suelo sobre el que se asentó toda la civilización griega. Hoy hablaremos de Gea.

Cuenta Hesíodo en su Teogonía que del Caos surgió la tierra, en cuyo seno después nacieron los dioses y los hombres.

Gea era la diosa madre, el elemento primordial del que todo brotó.

Ese suelo que otorgaba estabilidad.

Los griegos la bautizaron con el nombre femenino de Gea (Ge, Gaia o Gaya).

A veces hay discrepancias entre el orden de aparición de los dioses primigenios en la teogonía griega (Caos, Gea, Eros y Tártaro).

Lo normal es ver al Caos el primero y luego a Gea, aunque hay quien dice que el Caos era el estado en el que estaba el universo antes de que surgieran los dioses.

Para Hesíodo la tierra era un disco plano rodeado de un río (Océano), con una cúpula en la parte alta (el cielo) y un gran foso subterráneo (el Tártaro).

Sobre el pecho de Gea se sustentan los mares y montañas.

Después de Hesíodo otros autores, como Homero, también se refirieron a Gea como madre fértil y dadora de vida.

De sus entrañas nacieron el Océano, los titanes, las musas y otros dioses primordiales.

También madre de seres monstruosos y seres que habitaban las profundidades, unas profundidades también asociadas a tesoros.

Gea se unió con su hijo Urano (el cielo) y de su unión nacieron otros seres celestiales.

La unión del cielo y de la tierra es algo común en muchas culturas antiguas.

De esta unión nace la primera generación de dioses: seis titánides (Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis) y seis titanes (Crono, Océano, Ceo, Crío, Hiperión y Jápeto).

Gea también se une con Tártaro (el abismo) y nacen los monstruos Tifón y Equidna (la víbora).

Con Urano no solo tiene a los titanes.

También a los cíclopes, los llamados cíclopes uránicos: Arges (el rayo), Estéropes (el relámpago) y Brontes (el trueno); así como los hecatónquiros o centímanos (gigantes de 100 brazos y 50 cabezas): Coto, Briareo y Giges.

Urano odiaba a estos hijos gigantes monstruosos, por lo que Gea los mantenía sepultados en las profundidades del Tártaro.

Gea les entregó una hoz y les instó a que se enfrentaran a él.

Solo uno de ellos, el más joven, tomó la hoz y en un momento de descuido, mutiló los genitales de su padre Urano.

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Las gotas de sangre que salieron del miembro de Urano se convirtieron en semillas que fecundaron la tierra y surgieron las Erinias, los gigantes, las ninfas Melíades y otras divinidades de los árboles.

Con Urano mutilado, Gea yace con Ponto (el mar) y concibe a las divinidades marinas: Nereo, Forcis, Ceto y Euribia.

Gea también es la madre de algunos de los primeros reyes de Grecia como Erictonio y Cécrope.

Para los griegos Gea era lo que hoy llamamos la madre coraje, protectora siempre de sus hijos.

Crono, que tras derrotar a su padre se convierte en un dios cruel y feroz que se comía a sus hijos, según hacía para evitar el oráculo que había dicho que uno de sus hijos acabaría con él.

Gea urde un plan para salvarlos y selecciona a Rea (esposa de Crono) para que sustituyera al recién nacido Zeus por una piedra.

Se termina cumpliendo el oráculo, derrocando a Crono y salvando a sus hermanos.

De todas formas, las acciones de Gea no siempre tienen un final feliz y las sagas divinas terminan luchando entre sí.

Los titanes con los olímpicos (la Titanomaquia) y los olímpicos contra los gigantes (la Gigantomaquia).

En esas batallas los titanes y los gigantes terminan encerrados en el Tártaro custodiados por los hecatónquiros.

Como hemos dicho, Gea fue la personificación del elemento primordial natural, la tierra, del que todo surgió.

Como diosa ha recibido culto.

No hay estatua suya, pero sí altares en Atenas, Esparta, Delfos y Olimpia, entre otras.

Los griegos creían que los vapores que emanaban de las grietas de la tierra en cuevas y grutas producían inspiración divina.

Es por esto que Gea se asocia inicialmente a estos santuarios oraculares, aunque su culto pasó a un segundo plano, cediendo protagonismo a los dioses olímpicos.

Esto pasa por ejemplo en el célebre oráculo de Delfos, que originalmente era suyo, guardado por la serpiente Pitón (hija también suya).

Apolo mató a Pitón con una flecha y terminó siendo el titular del oráculo.

La religión griega estuvo vinculada como vemos a lo femenino, aunque también el dionisismo, un culto que abarcaba tanto a los vivos como a los muertos.

Nacemos de la tierra y volvemos a ella cuando morimos.

La primera pareja humana, Deucalión (hijo de Prometeo) y Pirra (hija de Pandora) fueron los encargados de renovar la raza humana, a petición de Zeus, lanzando “los huesos de su madre por encima de sus cabezas”.

Cuando hablamos de “su madre” nos referimos a Gea y sus huesos, las piedras del suelo.

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Como digo, el culto a los dioses primigenios fue relegado en cierta medida por el culto a los dioses más nuevos.

Aunque Gea sigue ocupando el papel de dios primordial (protogonos), otras diosas como la titánide Rea (madre de los dioses olímpicos y diosa de la tierra habitada y civilizada) y Deméter (diosa de la agricultura) tomaron mayor protagonismo.

Los dioses primigenios suelen ser más abstractos y no suelen participar en los relatos de aventuras míticas.

Pero como hemos visto antes, los actos de Gea fueron cruciales en la ordenación del universo.

Se revela contra Urano y ayuda a Zeus contra su padre Crono.

También tiene un papel clave en la Gigantomaquia, la batalla entre los dioses olímpicos y los gigantes hijos de Gea.

En la Gigantomaquia los dioses olímpicos tuvieron que luchar de la mano de héroes mortales, ya que ningún gigante podía perecer a manos de un dios, pero moriría si un dios lucha junto a un mortal contra un gigante.

Gea buscó un brebaje para que tampoco los gigantes pudieran morir en manos de un dios más mortal.

Pero Zeus destruyó el brebaje gracias a Atenea y Heracles.

Gea no pudo salvar a sus hijos los gigantes y terminaron desterrados en el Tártaro.

El mito de la Gigantomaquia era un mito de gran trascendencia que afectaba a todos los griegos.

Simboliza el poder político (dioses olímpicos) frente a la barbarie (los gigantes).

Como muchos mitos, una propaganda al servicio del poder.

De la representación de Gea en el arte, solía ser como un busto femenino de amplios senos, en actitud de alzar los brazos para pedir clemencia por sus hijos y abundantes cabellos sueltos y descuidados para expresar dolor.

La representación más conocida la encontramos en el altar de Zeus en el museo de Pérgamo.

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En el friso oriental podemos ver a Gea (identificada por su nombre Ge), con una cornucopia repleta que alude a la fertilidad, implorando por la vida de su hijo, el gigante Encélado, que va a ser fulminado por Atenea.

Su rostro, con los ojos hundidos en las cuencas, cabello desordenado y manos elevadas (una de ellas tocando a la diosa en un gesto de clemencia).

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El friso fue elegido en el reinado de Eumenes II, rey de Pérgamo, como consecuencia de la guerra entre Pérgamo y los gálatas.

Los dioses olímpicos se asociaban a la dinastía de los atálidas (reyes de Pérgamo) y los gigantes vencidos a los gálatas.

Los artistas del renacimiento retomaron el mito de la Gigantomaquia dándole un valor político asociado a los príncipes vencedores.

El rostro de Gea como madre coraje, doliente, permaneció en la iconografía.

El mito de Gea también está asociado a la fundación de Atenas.

El mito cuenta que Atenea entró en el taller de Hefesto para encargar unas armas al dios.

Hefesto sintió una atracción desmesurada por la diosa e intentó poseerla por la fuerza.

Atenea, junto con Artemisa, era una diosa virginal.

Atenea se resistió y forcejeó con Hefesto.

Durante el forcejeo Hefesto eyaculó sobre el muslo de la diosa.

Esta, con repugnancia, envolvió el semen en lana y la arrojó sobre la tierra.

De ahí nació Erictonio.

Es por esto que Erictonio, que luego se convirtió en el primer rey de Atenas, se considera hijo de Hefesto y de Gea.

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Atenea, de todas formas, se compadeció del pequeño y lo cuidó en secreto.

De ahí que Atenea se convierta en la protectora de Atenas.

Los atenienses siempre se sentían muy ligados a la tierra, en relación con Gea.

El nacimiento de Erictonio se ve en muchos vasos de cerámica griega.

Los artistas unen casi siempre el momento en el que el niño sale de la tierra y, ayudado por Gea, alza los brazos para entregárselo a Atenea.

Hay veces que el niño se lo representa como un humano completo y otras con cola de serpiente.

La serpiente es un animal asociado a la tierra, un animal ctónico (perteneciente a la tierra).

En el mundo romano, la tierra siguió siendo objeto de culto, aunque su nombre cambió.

El mito de Gea se asoció al mito de Tellus, una divinidad primordial romana, que se representaba como una matrona sedente (madre, sentada en actitud majestuosa o simbólica).

Era normal que los romanos, un pueblo agrícola, tuvieran una especial veneración por la tierra, especialmente en los tiempos antiguos.

También era normal que los romanos identificaran a la diosa Tellus como Ge, en griego.

Casi siempre la representaban con una cornucopia repleta de frutos en alusión a la fertilidad, como aparecía en el altar de Zeus de Pérgamo.

También la representaban con una corona de espigas, representando a las estaciones, de manera similar a la forma que usaban para representar a la diosa Ceres (diosa de la agricultura y cosecha, la Deméter romana).

La idea de tierra fecunda, unida al cielo y al mar ha sido algo transversal en muchas culturas y su representación ha estado llamada a pervivir durante muchos siglos.