En el siglo VII a. C. la nobleza empieza a acumular poder creando una clase social denominada aristoi (que quiere decir “los mejores”) en el gobierno de las polis.
Este gobierno de “los mejores”, denominado aristocracia generó una serie de desigualdades entre las clases sociales. Esto, unido a la posibilidad de perder el estado de hombre libre para pagar tus deudas (denominado esclavitud por deudas) genera una gras crisis social.
Esta crisis con una gran desigualdad entre distintos grupos sociales se denominaba “Stásis”.
Además de los aristoi surgieron una serie de artesanos y comerciantes que reclamaban poder y presencia en el gobierno de las polis. Una nueva clase media de ciudadanos que reclamaba igualdad de condiciones en la política controlada por los aristoi.
Esta búsqueda de igualdad, con una repartición equitativa, jurídica y unas leyes iguales para todos, denominada isonomía, fue lo que desembocó posteriormente en la democracia. De hecho el concepto de isonomía se usaba como sinónimo de democracia.
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Para los hombres libres de la Antigua Grecia, los ciudadanos o “polítai”, la defensa de sus ciudades o polis era una de sus principales virtudes.
La virtud, o como Aristóteles llama “areté” (que se podría traducir también como excelencia) es uno de los conceptos cruciales en la Antigua Grecia. Los antiguos griegos admiraban la excelencia y a las personas con talento. En todos los ámbitos.
Esta admiración por la excelencia fue la llama que hizo florecer, en esta pequeña, árida y rocosa región, una cultura de la que proviene todo. Como dijo el escritor P. B. Shelley “Todos somos griegos”.
La necesidad de proteger a su ciudad frente a los constantes peligros provenientes de las otras polis hace surgir una nueva unidad militar de ciudadanos-soldaos denominados hoplitas.
En otras culturas, como es el caso de los persas, el ejercito estaba formado por soldados muchas veces esclavos. No estaban tan fuertemente armados y preparados y su principal baza es su número. Eran tantos que muchas veces no tenían ni que luchar.
El término hoplita viene de la palabra hoplites, con la que se hacía referencia a la unidad militar de la infantería pesada. Es común ver que el nombre de hoplita provine de la palabra hoplón, que era el escudo circular característico.
El grueso del ejército hoplita estaba formado por los trabajadores del campo. Pequeños propietarios de sus tierras que luchaban para defender sus posesiones. Estos soldados tenían una buena condición física dada a las duras condiciones del campo.
También estaban los artesanos de las polis e incluso las clases acomodadas que dedicaban su tiempo de ocio al entrenamiento físico en los gimnasios y palestras (escuelas de lucha).
La educación física y la lucha formaba una parte esencial en la educación y la cultura de los antiguos griegos. Recordemos que incluso una parte de los ritos en los funerales de grandes personalidades eran competiciones atléticas en honor al difunto.
Las competiciones atléticas entre diferentes polis (hoy conservamos una de ellas: las olimpiadas) eran también algo característicos de las polis griegas.
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Es por esto que los jóvenes llegaban a la mayoría de edad en una excelente condición física, listos para defender empuñando las armas a sus polis como hombres libres.
Los hoplitas griegos se costeaban su propio equipo y armas, decorándolos a su gusto. Dependiendo de su nivel adquisitivo podían tener lujosas decoraciones y era normal heredar las armas y el equipo de padres a hijos.
Los más pudientes tenían sirvientes que les ayudaban a cargar con el equipo. Estaba el cargador del escudo (hypastistés), el cargador de las armas (skeuóphoros) y ayudantes auxiliares (akólouthos y hyperetés), que viajaba junto al hoplita.
A pesar de las diferencias económicas de los hoplitas les unía el mismo sentimiento de defender su ciudad. Recordemos que la ciudadanía era algo esencial (es por esto que el destierro era una de los peores castigos)
Este sentimiento de pertenencia a la polis como nexo de unión en el ejército hacía que los extranjeros, denominados metecos o métoikos, fueran excluidos del ejército (tampoco eran ciudadanos)
A diferencia de otras culturas no usaban carros en el combate. Los carros se usaban casi exclusivamente para transportar al propietario (generalmente alguien pudiente) e incluso regresar a su señor herido al campamento.
En los relatos homéricos no se hace referencia a la caballería y parece ser que, al igual que los carros, usaban los caballos para trasportarse al frente donde se desmontaban para luchar. El uso de caballos y carros era limitado.
El uso de armas arrojadizas como arcos y hondas no era habitual. No se consideraba digno atacar desde lejos. Preferían el combate cuerpo a cuerpo con escudo y lanza (la espada era una arma secundaria)
La infantería pesada de hoplitas avanzaba en formación de falange, con filas o hileras de soldados (Homero se refería a esto como phálanx). Parece que el nombre de falange hacía referencia a los rodillos de madera que usaban para desplazar grandes pesos.
Aunque también parece ser también que el nombre proviene de los huesos de los dedos. Tenemos los nudillos, que se doblan, y las falanges, que no se doblan, al igual que las columnas de hoplitas.
“Las partes del dedo: una, que se dobla, el nudillo, y otra, que no, la falange ” (La Historia de los Animales - Aristóteles)
La falange hoplita consistía en un muro de escudos que se movía al unísono. No había individualidades. Cada hoplita (escudo en la izquierda y lanza en la derecha) avanzaba lo más cercano posible al escudo del compañero que tenía a su derecha.
Cuando se enfrentan dos falanges hoplitas se producía un efecto curioso. Dado que cada soldado, por miedo, trata de cubrir lo más que puede su lado descubierto (el que lleva la lanza), las columnas de soldados tienden a moverse a la derecha.
De esta manera ambas formaciones tienden a desbordar con el ala derecha la izquierda del enemigo. Para contener esto el jefe de fila del ala derecha tiene que encargarse de intentar evitar ese movimiento instintivo.
En terrenos abiertos las falanges eran tremendamente eficaces (las batallas solían ser en amplias llanuras). No así en terreno abrupto donde temían que una infantería ligera (con mayor movilidad) podría atacarles por los flancos (menos protegidos) rompiendo la unidad de la falange.
La finalidad de la falange era arrasar con la primera línea del enemigo y arrollarla generando el caos y haciendo que se dispersaran y huyeran.
Las batallas solían seguir los siguientes pasos: Primero se hacían una serie de sacrificios (sphagía) a los dioses. Después, con el sonido de trompetas y flautas se atacaba. El primer contacto era crucial y generaba el mayor número de bajas.
Luego llegaba el othismós. Algo parecido a una melé en rugby donde los soldados empujaban con sus escudos. Aquí era fundamentales los hoplitas de segundas filas que ejercían presión sobre sus compañeros de la primera línea.
Ahora llegaba el momento decisivo, denominado pararrhexis o ruptura de la línea. Las fallas en las líneas eran ocupadas por el enemigo hasta que la sensación de derrota desataba el pánico, abandonando las pesadas armas y huyendo.
Es por esto el famoso dicho que las madres espartanas decían a sus hijos cuando le entregaban el escudo: “Debes volver de la batalla con tu escudo o sobre el”. Volver sin escudo era sinónimo de de derrota y huida.
El ejército vencido se “daba la vuelta” (tropé). Entonces los vencedores levantaban las armas dejadas por el derrotado a modo de trofeo (o trópaion, de donde viene nuestra palabra trofeo) y se lo dedicaban a los dioses.
Recuperar las armas de soldados caídos era algo controvertido. Recordemos que pasaban de padres a hijos por lo que se convertían en trofeos de guerra. Esto se ve en le Canto XVII y el XVIII de la Ilíada cuando cae Patroclo llevando las armas de Aquiles y los aqueos tratan de recuperarlas.
Se estima que el número de bajas en una batalla era del 5% entre los vencedores y el 15% entre los derrotados. Los heridos, la mayoría, morían el mismo día de la batalla. Un tercio no superaba las lesiones de la batalla y muchos sufrían incapacidades permanentes.
El transporte de heridos también era un problema. Se hacía con carros de animales. Muchos de estos carros eran privados por lo que los ricos tenían más probabilidades de salir con vida.
Una de las más antiguas representaciones de una batalla de hoplitas es el famoso Olpe Chigi (640 a. C.). Esta jarra de asa alta del pintor Chigi (denominada Olpe, similar al Enócoe que tiene el asa más baja), es un vaso de cerámica protocorintio con estilo orientazante.
Tiene tres frisos con escenas de caza y guerra, con figuras con la típica posición de torso de frente y la cabeza de perfil. Muestra a hoplitas completamente equipados y en posición de ataque.
Los dioses más relacionados con la guerra son Atenea (diosa de la guerra especialmente de la estrategia en combate) y Ares (dios de la guerra brutal y violenta). Rezaban a Atenea antes de las batallas pero se encomendaban a Ares durante la lucha.
Como vemos la guerra (pólemos) y el ejército (stratós) son dos elementos cruciales en la historia de la antigüedad. Desgraciadamente también lo son hoy en día.