Epaminondas vivió en el siglo IV a. C. y fue uno de los partícipes en convertir a su polis (Tebas) en una potencia en toda Grecia.
Atenas y Esparta lideraban dos formas diferentes de ver el mundo griego. Atenas, descendientes de los antiguos aqueos, era un pueblo jonio que creó un sistema político novedoso denominado democracia donde el poder residía en los ciudadanos.
Ojo. Los ciudadanos eran hombres (no mujeres), libres (no esclavos) y nacidos en la polis (no extranjeros). Los ciudadanos eran una pequeña parte privilegiada de la población de la polis.
Los espartanos eran descendientes de los dorios. Tribus del norte que, con su dominio sobre el hierro, conquistaron a los aqueos en el pasado. Los espartanos eran una aristocracia, agraria, conservadora y tosca.
Como dijo Tucídides “el aburrimiento que la paz, que había durado demasiado, inspiraba especialmente a las nueva generaciones inexpertas y turbulentas”
Todo esto desencadenó en una guerra entre Atenas y Esparta, la guerra del Peloponeso que duró 10 años y que dio como vencedor a Esparta. En una Grecia debilitada y ensangrentada tras la guerra, tres ciudades son las que estaban en el mismo plano: Esparta, Atenas y Tebas.
Atenas seguía protegiendo sus colonias en el la zona jonia del mar Egeo para permitir el comercio con Egipto. La razón de ser de Atenas era su poderío naval que les permitía importar todo lo que necesitaban (Egipto era el granero del mundo).
Los espartanos liberaron a algunas colonias controladas por Atenas pero los liberados enseguida se dieron cuenta que la situación con el dominio espartano era peor que con el dominio ateniense (que no había sido buena).
Los espartanos, muy rectos e incorruptibles dentro de Esparta, se convertían en ladrones, prevaricadores y libertinos cuando se hallaban lejos de sus fronteras en las colonias.
La situación de Persia era delicada. Como contamos en el hilo de los 10000, una expedición de soldados (fundamentalmente espartanos) se habían adentrado en pleno continente persa demostrando que el gigante persa tenía los pies de barro.
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Este episodio hizo creer al rey de Esparta Agesilao II que podía conquistar toda Persia. Artajerjes, rey persa que sabía la amenaza era real, mandó sacos de oro a Atenas y Tebas para que ser rebelaran.
Estas dos ciudades se unieron y mandaron un ejercito a Coronea. Agesilao barrió al enemigo pero los atenienses destruyeron la flota espartana en Cnido (393 a. C.) haciendo que Esparta desapareciera totalmente como potencia marítima.
Esto podía haber dado alas a Atenas pero Agesilao hizo lo mismo que había hecho Artajerjes. Le ofreció al rey persa todas las islas griegas de Asia menor si le ayudaba. El rey persa, que estaba a punto de perder su reino, termina haciéndolo más grande.
Tebas también había incrementado su poder y buscaba el control sobre la zona de Beocia, liderando la llamada liga Beocia. Esto le generó problemas con sus vecinos espartanos que desemboca en al guerra de Corinto.
Esta guerra finaliza sin un vencedor claro pero termina con las ambiciones expansionistas de Tebas.
La situación política en la zona era convulsa (golpe de estado incluido en Tebas) y los conflictos con Esparta aumentaban. Ahí aparece la figura de Epaminondas.
Este político y militar tebano era discreto y callado pero un gran orador y con una fama de enorme honorabilidad. Tras los fracasos en las conferencias de paz entre Esparta y las regiones de Beocia (representadas por Epaminondas) llega la batalla de Leuctra (371 a. C.).
Esta batalla enfrentó a 10k hoplitas espartanos. Soldados formados y educados por y para la guerra, incluyendo 700 espartiatas (los mejores soldados de élite de todos los tiempos) mas 1k jinetes frente a 6k hoplitas beocios y 1k5 jinetes comandados por Epaminondas.
La batalla parecía un suicido para los beocios. Los espartriatas nunca habían sido derrotados pero Epaminondas tenía un as debajo de la manga.
La falange espartana era invencible por el frente. Epaminondas en vez de enfrentar a todas sus tropas cara a cara con los espartanos dispuso a sus tropas en una formación peculiar.
Concentró el grueso de sus tropas frente a la parte del ejército espartano más fuerte, los espartriatas. La primera línea de esta falange beocia cayó como moscas pero seguían mandando tropas sobre esa sección dejando las demás líneas sin atacar.
La falange espartana se disponía en filas de 8 a 12 hombres, mientras que el bloque beocio (concentrado en la zona de los espartriatas) era de filas 50 hombres.
Esta disposición hizo que ese bloque espartanos no pudiera resistir. Entonces Epaminondas empezó a lanzar el resto de tropas que avanzaban en forma oblicua y en diagonal. El resto de tropas (aliados de Esparta con menos interés en la batalla) al ver a la élite caer se retiraron.
Esta formación que sitúa las falanges en bloques situados cada uno justo detrás y a la derecha del otro consiguió derrotar al mejor ejercito que existía.
Los espartanos (con sus espartriatas) habían sido derrotados por un ejército inferior en número. Fue un golpe muy duro para Esparta y la noticia corrió por toda la Hélade.
Esta formación escalonada de tropas que se disponen en diagonal fue usada años más tarde por Alejandro Magno y ha sido usada muchas veces a lo largo de la historia por muchos ejércitos desde caballería, tanques y hasta aviación.
Es muy usada ya que le da al atacante un gran ángulo de visión y permite cubrir a cada unidad a la anterior en caso de un ataque por el flanco.
El bloque principal de Epaminondas que atacó a los espartriatas era el denominado batallón sagrado. Un batallón de soldados de élite tebanos que tenía la peculiaridad de estar formados por parejas de hombres homosexuales.
Hay que recordar que la homosexualidad no era, ni de lejos, un sinónimo de afeminamiento y debilidad. Epaminondas también era homosexual y vivió durante 20 años con su pareja Pelópidas.
De todas formas, aunque la homosexualidad estaba normalizada, el no casarse ni tener relaciones con mujeres (como fue el caso de Epaminondas) no era muy común y fue fuente de escándalos en la época.
La idea de ese ejercito de parejas de hombres era que si uno moría su pareja, llevado por la venganza, lo daría todo por terminar con su enemigo. La fuerza de este ejército se cimentaba en la amistad y en al amor pero sobre todo en la venganza.
Epaminondas siguió acuñando victorias. En la batalla de Mantinea luchó contra ejércitos formados por Atenienses y Espartanos. Los dos grandes rivales aliados frente al líder tebano que se caracterizaba por luchar en primera línea de batalla.
En esta batalla usó otra táctica novedosa. Cuando el ejercito tebano llega al frente de batalla, Epaminondas ordenó a sus hombres dejar las armas en el suelo y empezar a armar el campamento.
Los espartanos y sus aliados, al ver esto, entendieron que los tebanos no iban a luchar ese día, rompieron filas y se relajaron. Entonces Epaminondas ordena a los suyos tomar las armas rápidamente y atacar (con él mismo a la cabeza)
También usó una versión modificada de la táctica escalonada que había usado en Leuctra. La victoria parecía clara para los tebanos pero Epaminondas fue herido mortalmente con una lanza. Sabía que cuando le extrajeran la lanza de su pecho moriría.
Ofreció a los espartanos un tratado de paz y estos, ante el temor de la derrota, aceptaron. Entonces dijo su famosa frase “He vivido suficiente ya que muero sin haber sido derrotado”.
Después de decir esto el mismo se arranca la lanza y muere (efectivamente sin haber sido derrotado).
Se dice que cuando estaba en su lecho de muerte uno de sus amigos le dijo “Mueres sin descendencia” y el respondió “Al contrario. Dejo tras de mi a mis dos hijas: Leuctra y Mantinea, mis victorias”
A pesar de su importancia, Jenofonte, historiador griego contemporáneo de Epaminondas le ignora en sus relatos (hay que señalar que Jenofonte era un desertor ateniense y pro Esparta)
Sin duda Epaminondas fue uno de los generales más importantes de la Antigua Grecia y de la historia bélica en general pero su fama se ha visto un poco tapada y no ha pasado a la historia como otros.
Con la muerte de Epaminondas (considerado por Cicerón el primer hombre de Grecia) el dominio tebano se fue difuminando.
El declive de Tebas, unido a una Atenas y Esparta fuera de juego, no hizo más que allanar el camino para que Filipo de Macedonia (fiel seguidor de las tácticas de Epaminondas) y su hijo Alejandro conquistaran el mundo años más tarde.