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La palabra “oráculo” es una palabra polisémica. Lo normal es usarla para referirse a la respuesta de un dios ante una pregunta formulada. No obstante, también puede designar el lugar sagrado al que acudían para consultar al dios o la entidad encargada de emitir profecías.

De manera que son correctas las expresiones: “recibir un oráculo”, “visitar un oráculo” o “consultar un oráculo”. Los oráculos tenían una gran importancia en el mundo griego antiguo.

A ellos acudían reyes para consultar si debían o no iniciar una guerra, de la misma manera que la gente de a pie para consultar si debían casarse o cambiar de trabajo. Cuando hablamos de oráculos griegos, siempre nos viene a la cabeza Delfos.

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El oráculo de Delfos era, en el mundo griego, el centro del mundo. Cuenta el mito que Zeus quiso determinar el centro del mundo y liberó a dos águilas desde los dos extremos opuestos del mismo. Ambas águilas volaron y se encontraron en Delfos.

Ahí Zeus colocó una piedra sagrada, denominada ónfalo, que en griego significa ombligo. A pesar de la gran importancia geopolítica que tenía Delfos en la antigua Grecia, su oráculo no fue el único, ni el más antiguo.

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Dodona es considerado como el oráculo griego más antiguo. Homero ya mencionó Dodona como un oráculo de Zeus y Aristóteles opinaba que la zona, en la región de Epiro, al noroeste de Grecia, era el posible origen de los helenos.

Si bien Delfos era un oráculo del dios Apolo, la divinidad suprema de Dodona era Zeus, Zeus Naios. No está clara la etimología de la palabra Naios aquí. Puede proceder de naos (templo o santuario) o naios (barco).

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También puede venir de una ascendencia micénica, la palabra “na-wi-jo”, que se ha encontrado en alguna tablilla de la Edad de Bronce. La tarea de determinar la antigüedad del santuario recae en los estudios arqueológicos.

Se han hallado conjuntos de armas con sofisticadas decoraciones en las hojas, lo que las hacía inservibles para la guerra y denota un contexto religioso o místico.

De todas formas, es común dar un significado religioso a los restos arqueológicos cuando no se sabe a ciencia cierta su utilidad o procedencia.

La presencia de estos restos en el periodo panhelénico implica su importancia, aunque el santuario no se encontrara en una red de asentamientos de cierta categoría, como era el caso de Delfos.

Se han encontrado materiales procedentes desde Ática hasta la Magna Grecia y el Peloponeso. Esto refuerza el papel de Dodona como centro político y cultural.

Parece ser que Dodona, más que rivalizar con Delfos, coexistía simbólica y tácitamente. Incluso se daban casos en que un mismo asunto era consultado en ambas sedes.

En el complejo del oráculo de Dodona, además del templo de Zeus, existía un templo dedicado a Dione. Dione era una divinidad que deriva del culto micénico y permaneció en el culto de Dodona como señora del cielo y esposa de Zeus, en sustitución de Hera.

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El periodo de mayor esplendor de Dodona sería entre el 307 y el 272 a.C., coincidiendo con el reinado de Pirro. El nombre de Pirro ha llegado a nuestros días por la batalla de Heraclea (280 a.C.) entre legiones romanas y el rey griego Pirro.

Pirro venció la batalla, pero con muchas bajas entre sus filas y sin conseguir un beneficio significativo con la victoria. A este tipo de victoria, en la que se sufre mucho y no sirve para mucho, se considera una “victoria pírrica”, en honor al rey Pirro.

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El propio Pirro comentó tras la victoria: “Una victoria más sobre los romanos y estaremos totalmente perdidos”. Pirro ofreció dedicatorias en Dodona tras la victoria. Es posible que en esta época Dodona superara a Delfos, que se encontraba en retroceso.

En Dodona también se celebraban competiciones deportivas como carreras de carros, pentatlón, pancracio y pugilato. Estos torneos podrían remontarse hasta el siglo V a.C. y convirtieron estas fiestas en un festival de renombre.

Eran festividades estefaníticas, es decir, que los vencedores eran recompensados con una corona vegetal (en este caso de roble).

Un acto final impulsado, seguramente para equiparar estos juegos con los celebrados en Delfos, Istmina y Nemea, en un intento de integrar a Epiro en el marco sociocultural heleno, que consideraba a sus habitantes en el mundo clásico, como bárbaros, al igual que los macedonios.

Pirro muere en el 272 a.C., alcanzado por una teja que una anciana arrojó desde su ventana durante el sitio de la ciudad de Argos.

El legado de Pirro perduró hasta finales del siglo, hasta que Dorímaco, rey de los etolios, arrasó el complejo del santuario, a excepción del templo de Zeus (esto hubiera significado un sacrilegio).

Filipo V, rey de Macedonia y aliado de Epiro, se vengó de la profanación de Dodona al año siguiente. Se reconstruyó el santuario y se construyó un estadio más moderno y un teatro con capacidad para 20.000 personas, que se convirtió en uno de los más grandes de la antigua Grecia.

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En el siglo I a.C., cuando las legiones romanas hacen su aparición en la Grecia continental, Dodona vuelve a ser golpeada.

El elemento más característico del oráculo era el roble sagrado. El roble era parte integral de los cultos en algunas tribus helenas de origen indoeuropeo, e incluso en culturas germánicas del norte de Europa.

Los estudiosos no se ponen de acuerdo en torno a la verdadera función del roble. Podía representar la morada de un dios o ser el mismo dios convertido en ser terrenal.

Se consideraba que el roble tenía propiedades parlantes, algo que ya se había visto en el mito de Jasón y los Argonautas, en donde la proa del barco Argo, hecho con madera del roble sagrado, representaba la cabeza de la diosa Atenea y tenía el don de la palabra.

El roble sagrado necesitaba de la interpretación de los sacerdotes, quienes debían garantizar su pureza durmiendo en el suelo y no lavándose los pies. Estas prácticas estaban relacionadas con el contacto con la madre Tierra, reminiscencia de los cultos ctónicos prehelénicos.

La leyenda fundacional de Dodona cuenta que dos palomas negras emprendieron el vuelo en la ciudad egipcia de Tebas. Una llegó al desierto de Libia y la segunda atravesó el Mediterráneo y se posó sobre un roble.

Esta paloma manifestó con voz humana que allí debía establecerse un oráculo de Zeus. Las palomas tienen una gran importancia en el mito fundacional de Dodona y su presencia en los motivos votivos (conmemorativos) es habitual.

Las sacerdotisas femeninas eran denominadas “péleades” (peleiades), que viene a significar palomas. Heródoto cuenta que eran tres y de distintas edades, mientras que Sófocles dice que eran dos y sin especificar su edad.

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Algunos historiadores enfatizan que la raíz “pel” de su nombre significa gris, como el color de las canas.

Dentro del sacerdocio en Dodona podemos encontrar dos grupos: por un lado, los sacerdotes y, por otro, las péleades. Las péleades existían antes incluso de que Delfos nombrara a la primera pitia o sacerdotisa (Femonoe).

Heródoto atribuye una procedencia bárbara y la capacidad de comunicarse con el árbol mediante un “cotorreo”, incomprensible para los hombres griegos.

Casi todo lo que conocemos del funcionamiento del oráculo de Dodona nos llega por unas abundantes muestras de tablillas de plomo grabadas con las preguntas y respuestas del oráculo.

El consultante debía escribir una pregunta o preguntas que quería plantear al dios en una tablilla de plomo, y luego se extraía una tablilla con la respuesta del oráculo de una urna en la que se almacenaban las respuestas.

Un sistema, que mezclaba el azar con la adivinación, único en toda la antigua Grecia.

Se cuentan anécdotas que cuando los espartanos acudieron al oráculo para consultar sobre la batalla de Leuctra, un mono, mascota del rey de los molosos (aliados de Esparta), tiró la urna con las respuestas del oráculo.

La sacerdotisa, horrorizada, les dijo que ahora no debían preguntar por la victoria, sino por su supervivencia. Esparta combatió contra el ejército tebano comandado por el general Epaminondas en la batalla de Leuctra.

Los espartanos, con todo su ejército, fueron derrotados por los tebanos, que eran inferiores en número. Esparta nunca antes había perdido una batalla de este tipo.

En el oráculo de Dodona estamos, pues, ante un oráculo basado en el azar. Además, dado que muchas preguntas solo necesitaban de un “sí” o un “no” como respuesta, este método de eliminación era altamente efectivo.

De todas formas, hay muchas tablillas que contienen respuestas más complejas y elaboradas. Es por esto por lo que es lógico pensar en un doble procedimiento oracular: uno que recurre al azar y otro más elaborado.

Si nos centramos en las respuestas largas, los sacerdotes interpretan, de alguna manera, el movimiento de las hojas mecidas por el viento o el choque de objetos metálicos colgados de las ramas del roble.

Se ha especulado también con el vuelo de las aves que se posaban en el árbol, argumento que encaja con las mujeres llamadas palomas. La observación del movimiento de las aves era una costumbre muy extendida en el mundo antiguo.

Puede ser que la actuación de estas mujeres consistiera en tocar el árbol para sentir las palabras del dios, como si fueran palomas que se posaban sobre él.

Se conservan del orden de 1000 sesiones oraculares en las que las cuestiones privadas o personales superan con creces a las de carácter público. Es posible que el motivo de esta asimetría sea que se prefiriera el oráculo de Delfos para cuestiones geopolíticas.

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Apenas hay referencias a los dos grandes actores políticos del periodo clásico: Atenas y Esparta. Por el contrario, sí aparecen referencias a Darío II, quien gobernó entre 424 y 405 a.C., lo que indica que Dodona recibió delegaciones del imperio persa.

La mayoría de los consultantes procedían de las comunidades cercanas al santuario, es decir, de la zona de Epiro. Esto también pasaba en Delfos, donde, a pesar de su importancia, la mayoría de las consultas provenían de sus alrededores.

La mayoría de las preguntas eran del tipo: “¿Debería contraer matrimonio?”, “¿Debería cambiar de trabajo?”, “¿A qué dios debo sacrificar para obtener ayuda?”. He aquí uno de los últimos epígrafes que han salido a la luz:

“Zeus: buena suerte. Epulito pregunta a Zeus Naios y a Dione qué debo hacer para tener éxito, a qué dios debo sacrificar, si debo practicar el oficio en el que fui entrenado o recurrir a otro, y si debo tomar a Filomena como esposa o a otra mujer, y si debo tomar una esposa ahora o esperar un tiempo.”

Esto es un ejemplo de las preocupaciones del hombre común en la antigua Grecia, unas preocupaciones que no distan mucho de las que tenemos hoy.

El registro epigráfico de Dodona no permite determinar si los consultantes, hombres o mujeres, pertenecían a las clases acomodadas, a grupos serviles o si eran extranjeros.

Las respuestas largas eran de lo más variado e incluso contenían detalles concretos sobre la persona que hacía la consulta.

Esto indica que quien manejaba la interpretación de las señales divinas tenía que saber lo que el consultante podía esperar para producir un resultado acorde con sus expectativas.

En el santuario de Dodona había también otro elemento característico: un caldero de bronce sobre el que se situaba una estatua de un hombre que blandía un látigo de bronce del que colgaban unos huesos que, agitados por el viento, emitían unos sonidos largos.

Un sonido que, a modo de mantra, siempre estaba presente en el oráculo. Este caldero de bronce está considerado como otro método adivinatorio, junto con la elección de las tablillas y la interpretación del árbol sagrado.

La función del oráculo griego continuó hasta el fin de la antigua Grecia y la llegada de Roma. De todas formas, la relación de Roma con los santuarios griegos fue inestable y fluctuante. Algunos, como Delfos, disfrutaron del respeto y patrocinio de las autoridades romanas.

Pero otros, como Dodona, tuvieron que soportar el expolio y la devastación. Dodona sirvió de refugio al emperador Augusto en el 31 a.C., en su guerra con Marco Antonio, y es probable que se llevara a cabo una reconstrucción de su teatro y fuera convertido en circo.

Después, el santuario entró en un lento y progresivo declive, con sucesivos pillajes y un predominio absoluto de Delfos.

Todo hasta que el emperador Teodosio instauró el cristianismo como religión oficial y única en todo el Imperio Romano y emitió un decreto que prohibía las prácticas paganas en todo el territorio imperial.

El roble sagrado tuvo que ser talado para evitar que el dios se expresara. En el 431, Dodona se convierte en sede episcopal y los restos del templo original fueron usados para la construcción de una primitiva basílica paleocristiana.

En la actualidad, la zona ha sido parcialmente excavada y aún quedan secretos por descubrir.

Fuente: El hogar de los dioses: Oráculos y santuarios de la Antigua Grecia (Javier Jara)