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El periodo que va desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) a la muerte de Cleopatra (31 a. C.) se denomina periodo helenístico. Es un periodo donde el mundo griego se expande y se mezcla con otras culturas.

Esta mezcla hace que el tema de la nacionalidad a la polis no tenga tanta importancia como la tenía en el periodo clásico. Nace el cosmopolitismo. Es decir, que una persona puede ser ciudadano del mundo.

La parresía: en griego “Decirlo todo”. El abandono de la retórica. No se trata solo de convencerte sino hacer que despiertes. Para ello usaban frases muy hirientes y mordaces. No se callaban nada.

Todo esto también crea una nueva forma de filosofía diferente a la clásica, (filosofía clásica que llegó a su culmen con Sócrates, Platón y Aristóteles). La gran diferencia con la filosofía clásica será la forma de ver la teoría y la práctica.

Para los filósofos clásicos lo importante era la sabiduría teórica. Los helenísticos buscan lo práctico y usan la teoría para conseguirlo.

Para los clásicos el sabio era aquel que tenía el conocimiento intelectual. Los helenísticos no se oponían a esto pero lo encaminan a la felicidad del individuo. Una felicidad práctica y terrenal.

Surgen nuevas escuelas de pensamiento llamadas helenísticas o de decadencia, ya que no tienen el brillo y la pureza de los clásicos. Una de estas escuelas de decadencia es el cinismo. Los cínicos rechazan las convecciones sociales y buscan entrar en armonía con la naturaleza.

El padre del cinismo es Antístenes pero su alumno más aventajado es Diógenes. El cínico es un reaccionario. Reacciona a la idea de darle valor a las cosas que no son útiles desde el punto de vista material.

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El amor, el dinero, la propiedad, no son más que cosas de poco valor que nos ciegan en el camino de la verdad.

Mientras más adornemos estos elementos más nos alejamos de la buena vida. La buena vida, para ellos, era una vida de mendigo. La ropa, el dinero, no son importantes. El concepto estético y social es irrelevante. Los principios del cinismos son los siguientes:

La ascesis. El abandono de todos los elementos y placeres materiales. Este principio es, posiblemente, la causa del declive del cinismo. También está el proselitismo. Tenían fijación por convencer a las personas que estaban equivocadas por alejarse del cinismo.

La parresía: en griego “Decirlo todo”. El abandono de la retórica. No se trata de solo de convencerte sino hacer que despiertes. Usaban frases muy hirientes y mordaces. No se callaban nada.

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Por último la autarquía. La capacidad de autosostenerse. La sociedad para ellos era inútil. No necesitaban nada de nadie. Eran autosuficientes.

Los cínicos eran unos grandes críticos sociales. Esto es, quizás, la parte más interesante del cinismo. Para los cínicos el concepto de transcendencia era irrelevante. La vida es aquí y ahora. No dejan nada por escrito. Todo lo que nos ha llegado son anécdotas.

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Lo que hoy entendemos por “cínico” no tiene mucho que ver con la doctrina filosófica. El nombre viene de Kyon que significa perro. Veían al perro como un ser feliz. No necesita nada (ni posesión ni dinero). Es por esto que a los cínicos se les denominaba como los filósofos perro.

Diógenes de Sinope fue el filósofo cínico más importante. No dejó ningún documento escrito (eso significaba trascender y estaban en contra) pero sí muchas anécdotas. Algunas grotescas. Su vida transcurre entre el mito y la realidad.

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Diógenes nace en Sinope (hoy Turquía) en el 412 a. C. Su padre era banquero y se dedicaba a fabricar monedas falsas. Les pillaron y fueron desterrados. Terminó viviendo en Atenas y fue discípulo de Antístenes (discípulo de Sócrates y fundador de cinismo).

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Diógenes se consideraba “ciudadano del mundo”. Su condición de emigrante y apátrida le hacía no ser ciudadano de ninguna polis. El la época, el destierro era una condena horrible ya que significaba el desarraigo de la ciudad y la pérdida de la ciudadanía.

Se convirtió en vagabundo sin ninguna propiedad. Vivía semidesnudo en una tinaja. Solo tenía un manto, un zurrón, un bastón y un cuenco para beber agua. Un día vio a un niño beber agua con las manos, vio que no lo necesitaba y se desprendió de el.

Hacía sus necesidades a la vista de todo el mundo. Para él ninguna actividad humana es tan vergonzosa como para requerir privacidad. Incluso llegó a masturbarse en público. Cuando le recriminaron dijo que ójala frotándose el vientre el hambre desapareciese igual.

Está su famosa anécdota que decía que se paseaba con una lámpara encendida durante el día diciendo que buscaba un hombre honesto.

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Otra famosa anécdota es el encuentro de Diógenes con Alejandro Magno en Corinto. Alejandro, conocedor de la fama de Diógenes, quiso demostrarle su admiración. Le dijo que podía pedirle lo que quisiera, que se lo concedería.

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Diógenes le dijo que se apartara, que le quitaba el sol. Este encuentro no tiene base histórica. Cuando Alejandro estaba en Corinto no era todavía el gran conquistador que fue después. Pero no dejemos que la verdad fastidie una buena anécdota.