Hoy hablaremos del dinero en la Antigua Grecia. Dentro hilo.
La unidad monetaria era el dracma. Moneda que estuvo vigente hasta que la Grecia actual entró en el Euro. En griego la palabra dracma era neutra pero en castellano es ambigua y puede ser masculina o femenina.
Dracma quiere decir puñado. En su origen era un puñado de trigo, por tanto, dos manos cerradas con grano serían una didracma o, si tienen el mismo peso, un estáter. Las dracmas, como toda moneda, tiene diferentes divisiones.
Está el semi óbolo (medio óbolo), el óvolo (1/6 de dracma) el dióbolo (dos óbolos), el trióbolo (3 óbolos), el teatraóbolo (4 óbolos), el pentaóbolo (5 óbolos) y la dracma que eran 6 óbulos. También existía la mina (60 dracmas) y el talento (60 minas).
Estas eran las unidades de cuenta y no necesariamente monedas con ese valor. Los comerciantes griegos cuando comerciaban con pueblos orientales intercambiaban otras monedas como el shekel, que era la moneda que usaban los persas.
En las ciudades de la Magna Grecia también usaban otras monedas como la litra basada en el peso de una libra itálica. También había monedas de uso corriente como el calco, hecha en cobre, que se usaba fundamentalmente en Sicilia y en el sur de Italia, aunque era común en toda Grecia.
Algunas monedas se hicieron famosas por su arte y/o valor. Los comerciantes acostumbrados a transacciones internacionales eran capaces de identificar las monedas por sus símbolos nacionales como la lechuza de Atenas, las tortugas de Egina, los pegasos de Corinto, etc.
Estos símbolos identificaban las monedas con los estados emisores que las garantizaban.
Hasta la época de Pericles no existían operaciones o préstamos con intereses. Las operaciones bancarias eran fundamentalmente la custodia del dinero con un interés cero. A finales del siglo V a. C. aumentan los negocios y por consiguiente el riesgo.
Esto hace que los prestamistas exijan una garantía de cobro de lo prestado para compensar el riesgo de pérdidas. Algunos bancos quebraban y eran habituales los asaltos. El crédito con intereses era considerado un abuso y una conducta impropia de ciudadanos honrados.
Para Aristóteles el negocio del dinero era el más odioso a ojos de Diké (la diosa de la justicia).
Los prestamistas eran casi todos extranjeros o metecos aunque de todas formas, una vez que el negocio bancario se fue desarrollando no faltaron ciudadanos atenienses que se dedicarán a ello, a pesar de estar mal visto.
El primer banquero griego que se conoce el nombre fue Filostéfono, que vivió en el IV a. C.
Se podía dar el caso que los banqueros extranjeros prestarán dinero al estado y éste les pagaba, incluso con la ciudadanía. Las deudas de los que morían pasaban a los herederos. Una de las operaciones más arriesgadas era el préstamo para comprar esclavos.
Los comerciantes hipotecaban su barco y en caso de naufragio (los viajes por mar eran siempre muy peligrosos), si el barco no regresaba el banquero perdía su inversión. Esto explicaba los altos intereses. El banquero arriesgaba su dinero.
El interés normal en los préstamos no lo fijaba el estado y solía ser de un dracma por mina y mes, es decir un 12%, aunque esto era variable y los usureros no tenían límite. Los contratos eran verbales.
Los intereses se pagaban a luna nueva, es decir al final de cada mes lunar. En la comedia de Aristófanes “las nubes” un padre, agobiado por las deudas de su hijo, dice: “me muero al ver que se acerca el día 20 de cada mes y ver cómo aumentan los intereses”.
A los banqueros se les llamaba trapezitas. Ese nombre deriva del nombre de la mesa en el que se hacía el cambio: la trápeza. Los banqueros avalaban las operaciones con su propio capital.
Los ciudadanos también dejaban su dinero a los “bancos” para que se lo custodiaran pagando un pequeño interés.
También hacían giros de dinero a otras plazas. Por ejemplo, si un ateniense iba a Mileto, podía girar el dinero para evitar viajar con el dinero encima. Dado que los bancos podían quebrar era común repartir depósitos en varios bancos.
Existían varios sistemas de medida y dependían de la ciudad. Las pesas solían llevar insertas la cifra de sus equivalencias, según el patrón dado, y también un símbolo para las personas que no sabían leer ni calcular.
El sistema más común, al menos en el siglo V a. C. era el sistema ático. Un estáter (20 minas) equivalía a unos 915,6 gramos y tenía como símbolo una taba (el astrágalo). Una mina (105 dracmas) eran 457,8 gramos y tenía como símbolo un delfín.
También tenían subdivisiones de estáter, como 1/3 estáter, 305,2 gramos representado por un ánfora y 1/4 que equivalía a 228,9 g representado por una tortuga.
También tenían medidas para el cereal y los líquidos. La unidad principal para esto era el cotýle, que vendría a ser 1/4 de litro. Las medidas de longitud tampoco tenían unanimidad entre las polis.
Lo más común era el pie (unos 30 cm) aunque también estaba el codo, palma, puño, braza (distancia con los brazos extendidos) y estadio (180 metros). También existía en la unidad de medida de longitud persa: el parasanga, unos 30 estadios (5,5 km).
En la Anábasis de Jenofonte, obra que transcurre fundamentalmente por territorios persas, se usaba siempre esta medida.
Fuente: Vida y civilización de los griegos. Sabino Perea Yébenes