Hoy hablaremos de una reina caria, la única mujer que ejerció como comandante dirigiendo un barco de guerra en la Segunda Guerra Médica. Hoy hablaremos de Artemisia I de Caria.
Los datos sobre su origen son inciertos, pero parece que nació en el siglo V a. C., hija de Lígdamis, rey de Halicarnaso. Artemisia tenía una ascendencia doria tanto por parte de su padre como de su madre, que pertenecía a la aristocracia cretense.
Halicarnaso era una colonia doria de la polis de Argos, situada en la zona de Anatolia (Asia Menor) en la región de Caria.
Aunque los dorios eran una de las principales tribus griegas, Artemisia era caria y en su época, Caria formaba parte del Imperio Persa, desde que la costa Caria fue anexionada por el general Harpago, bajo el gobierno de Ciro II el Grande.
Caria estaba situada al sur de la antigua Lidia, en la Turquía moderna
Las ciudades de Asia Menor gozaban de cierta autonomía, y Caria se convirtió en una satrapía del Imperio Persa gobernada por el padre de Artemisia, Lígdamis. Artemisia se casó con un rey cuyo nombre no se conoce y tuvo un hijo llamado Lígdamis, como su abuelo.
Después de la muerte temprana de su marido, Artemisia se convirtió en reina regente hasta que su hijo alcanzara la mayoría de edad. Se dice que Artemisia heredó la personalidad de su madre y que se sentía atraída por la estrategia militar.
Se cuenta que maquinó un plan para tomar la ciudad de Latmos. Encabezó una procesión religiosa en la ciudad y los habitantes salieron a ver el desfile religioso, momento que aprovecharon los hombres de Artemisia para tomar la ciudad.
Sin embargo, la fama de Artemisia llega principalmente por su participación en las Guerras Médicas, al lado de los persas. Tras las revueltas jonias de Asia Menor, el Imperio Persa castigó severamente a estas ciudades.
Los griegos de las ciudades jonias de Anatolia, encabezados por la polis de Mileto, pidieron ayuda a otras ciudades griegas de la Grecia continental. Esparta rechazó brindar su ayuda, pero Atenas y Eubea decidieron apoyarles.
Esta ayuda de las ciudades griegas continentales llevó al rey persa Darío a organizar una campaña para reprimir esta rebelión, iniciando las Guerras Médicas. La Primera Guerra Médica terminó con la derrota de Darío en la playa de Maratón a manos del ejército ateniense.
Darío se retiró y años después murió en Egipto. Su hijo Jerjes decidió retomar lo que había comenzado su padre y se preparó para invadir toda Grecia como castigo por la derrota en Maratón en el año 490 a. C.
Jerjes reclutó un impresionante ejército en todo su imperio. Un ejército tanto terrestre como marítimo, para retomar la guerra contra Grecia. Cada pueblo persa aportaría tropas y barcos al ejército persa de Jerjes.
Artemisia, como reina de los carios, aportó cinco barcos de guerra. No solo aportó los barcos y la tripulación, sino que ejerció como navarca, es decir, como comandante en uno de ellos.
Una mujer dirigiendo un barco de guerra era algo inusual en esa época. Su experiencia en política y estrategia militar hizo que Artemisia ganara la estima y confianza de Jerjes.
Artemisia participó en las dos grandes batallas navales de la Segunda Guerra Médica. La primera fue la batalla naval del Cabo Artemisio, donde los griegos intentaron contener a los persas mientras evacuaban Atenas y se replegaban.
Para lograrlo, detuvieron a la flota de Jerjes en el Cabo Artemisio, cortando la cadena de suministros al ejército terrestre que era frenado, a su vez, en el paso de las Termópilas.
Hay que recordar que la batalla de las Termópilas no fue una batalla aislada. Fue una operación militar conjunta junto a la batalla naval en Artemisio.
Una tormenta causó grandes bajas en la flota persa en Artemisio, lo que los griegos interpretaron como una señal de que los dioses estaban de su parte.
Sin embargo, la flota persa infligió un daño significativo a la flota griega. Artemisia fue una de las comandantes más agresivas y contribuyó a asegurar la victoria persa.
Tras la caída de las Termópilas, la resistencia de la flota en Artemisio no tenía sentido y los griegos se retiraron del Cabo Artemisio para reagruparse en la isla de Salamina y en el istmo de Corinto.
Jerjes, exultante tras aplastar a los espartanos en las Termópilas, avanzó y logró tomar y destruir Atenas, que había sido evacuada previamente por los griegos. Destrozó la ciudad y redujo a cenizas todos los templos de la Acrópolis.
El general ateniense Temístocles ideó un plan para engañar a Jerjes. Quería intentar lo mismo que los espartanos habían intentado en las Termópilas, pero en Salamina.
Su objetivo era meter a la gran flota persa en un estrecho pasaje para que sus barcos se estorbaran entre ellos, reduciendo así la ventaja numérica persa.
Sabía que Jerjes no se dejaría engañar fácilmente, así que envió un emisario al rey persa para filtrarle información falsa, afirmando que la flota griega estaba dividida y era un blanco fácil en Salamina.
Esta información no era del todo falsa ya que entre los griegos había cierta división de opiniones, ya que no era un único ejército sino una coalición de polis con intereses diversos, como Esparta y Atenas, entre otros.
Jerjes se debatía ahora entre lanzar su flota contra Salamina y aplastar lo que quedaba de la flota griega tras la batalla de Artemisio.
O ser más paciente y concentrar su ejército terrestre apoyado por su flota mientras los griegos, desanimados tras la derrota en las Termópilas y la caída de Atenas, se dispersaban lentamente.
Todos los generales persas aconsejaron a Jerjes aplastar a los griegos en Salamina. Recordemos que los ánimos persas estaban exaltados tras la victoria en las Termópilas y Artemisio, y la toma de Atenas.
Artemisia se enfrenta a los otros generales persas y aconsejó a Jerjes no entrar en combate directo contra los griegos en Salamina. Los persas tenían la guerra casi ganada, solo tenían que asegurar su ejército y esperar a que poco a poco los griegos se rindieran.
Jerjes, a pesar de la estima que le tenía a Artemisia, no le hizo caso y atacó a la flota griega en Salamina, siguiendo el consejo de sus otros generales. Esta batalla, a la postre, terminó en una importante derrota naval para Jerjes donde perdió casi toda su flota.
Artemisia era consciente y que la flota griega era inferior el número, pero superiores a los persas, como dijo superiores como son los hombres a las mujeres.
Una apreciación curiosa en boca de una mujer comandante de un barco de guerra pero que demostraba una mayor sensatez que era de sus camaradas masculinos que, en aquellos momentos decisivos se dejaron llevar por sus impulsos y aconsejaron a Jerjes atacar.
A pesar de que Artemisia aconsejó no atacar, acató las órdenes de Jerjes y se lanzó contra los griegos con sangre fría y sin escrúpulos. Durante la batalla, la nave de Artemisia se vio acorralada por barcos griegos. Ella no dudó y embistió a uno de los barcos persas.
Esto confundió a los atenienses, quienes pensaron que el barco de Artemisia era uno de los suyos, permitiéndole escapar del cerco. Además, se aseguró de que ninguno de los hombres del barco persa sobreviviera para evitar que la acusaran ante Jerjes.
Su valentía y arrojo hicieron que Jerjes dijera de ella: “Los hombres se me han convertido en mujeres y las mujeres en hombres”. También se dice que en su barco llevaba insignias persas y griegas, usándolas indistintamente para engañar a sus oponentes.
Artemisia, de origen griego, era conocida entre los combatientes griegos, quienes pusieron precio a su cabeza.
Consideraban inadmisible que una mujer de origen griego luchara contra Atenas y ofrecieron una recompensa de 10,000 dracmas, una suma que equivalía a tres años de sueldo. Una suma de dinero más que considerable.
Jerjes, a pesar del arrojo de Artemisia y por no haberle hecho caso, cayó en la trampa de Temístocles y fue derrotado en Salamina, quedando muy debilitado.
Finalmente, fue definitivamente vencido en la batalla terrestre de Platea por los espartanos, poniendo fin a las Guerras Médicas.
Esta visión heroica y valiente de una guerrera persa es algo inusual en la historia de la Antigua Grecia, una historia que conocemos exclusivamente a través de fuentes griegas, especialmente del historiador Heródoto, quien narra las Guerras Médicas en su obra “Historia”.
Heródoto, siendo griego, siempre se inclinaba por el lado griego, pero sorprendentemente habla bien de Artemisia, tal vez porque ambos eran nacidos en la ciudad de Halicarnaso.
Después de la batalla de Salamina, no se sabe mucho más de Artemisia. Existen historias sobre su muerte, algunas dicen que se suicidó debido a una historia de desamor, un amor no correspondido que la habría llevado a arrancarse los ojos y saltar desde lo alto de una roca en la isla de Lemnos.
Sin embargo, esta historia suena más como una invención de los detractores de Artemisia en la Antigua Grecia, quienes intentaron desacreditar su historia y valía, y devolverla al rol que creían que le correspondía como mujer.
Desacreditar y difamar a mujeres influyentes y con poder no nos lo hemos inventado hoy.