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Hoy hablaremos de las campañas de Alejandro Magno después la muerte de Darío.

Tras la muerte de Darío III, que contamos en otro hilo, Alejandro se considera sucesor del Gran Rey y soberano de toda Persia.

Beso, el sátrapa de Bactria que había ordenado matar a Darío, para que este no cayera en manos del macedonio, se escapa a zonas iranias y se autoproclama rey.

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Esto es algo que Alejandro no puede tolerar y se dedica a perseguirlo adentrándose en territorios totalmente extraños para un griego. La geografía que conocían los griegos antiguos, antes de Alejandro, era algo totalmente deficiente y, en cierta medida, cercana a lo fantasioso.

Alejandro y sus tropas tienen una concepción del mundo errónea y, en realidad, no tenían ni la menor idea de dónde se encontraban. Prácticamente iban creando el mapa del mundo según avanzaban.

Estos datos fueron aprovechados más tarde por el geógrafo Eratóstenes de Cirene para crear el primer mapa del mundo en el II a. C.

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El curso de la expedición de Alejandro por zonas iranias se vio condicionado por varias contingencias. Una de las hazañas más importantes es cuando cruza el Hindú-Kush, una montaña cubierta por nieves perpetuas.

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Beso había huido al norte y Alejandro, en su persecución, tiene que cruzar el río Oxus, un río muy caudaloso, que atravesó probablemente junto a Kilif.

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Alejandro usó odres hinchados a modo de balsas para pasar a la infantería, mientras que los jinetes atravesaron el río a nado junto con sus caballos. Beso es abandonado por sus seguidores y termina siendo capturado por Ptolomeo, uno de los generales de Alejandro.

Alejandro, a diferencia de con Darío, al que había enterrado con honores, trató a Beso de la forma más despreciable posible. Le cortó la nariz y las orejas y luego lo envió a Ecbatana, donde fue ejecutado empalándole.

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Tras esto, Alejandro continuó hacia el río Yaxartes (hoy el río Sir Daria, en Uzbekistán). Allí fundó la ciudad de Alexandreia Eschate (Alejandría Extrema) junto con otras ciudades en la zona irania, como Alejandría de Aria (Herat) y Alejandría de Aracosia (hoy Kandahar).

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El principal motivo para la creación de estas ciudades fue el motivo militar, pero en ellas no solo se establecieron soldados, sino que también civiles griegos que seguían al ejército de Alejandro. Esto hace que la cultura griega se mezclara con las culturas de la zona.

Con la muerte de Beso, Alejandro encuentra otro adversario: Espitamenes. Espitamenes era un líder sogdiano que estaba asediando la ciudad de Maracanda.

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Alejandro no puede capturarlo, pero los maságetas, entre los que Espitamenes se había refugiado, le cortan la cabeza y se la mandan a Alejandro.

La hija de Espitamenes se casa con Seleuco, un general de Alejandro, y ambos fundaron, tras la muerte de Alejandro, la dinastía de los seléucidas, una de las dinastías más importantes en el periodo helenístico, en la zona de Asia Menor.

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Estamos en el 327 a. C. y seguía habiendo resistencia contra Alejandro en el norte. Alejandro continúa conquistando ciudades. La conquista más importante fue la fortaleza de Ariamazes, junto a Nautaca, dónde, entre los prisioneros que toma, se encuentra Roxana, la hija de Oxiartes.

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Roxana fue una de las pocas mujeres por las que Alejandro sentía un verdadero afecto. Ambos se casan en una boda bajo el rito iranio. Alejandro se está adaptando poco a poco a la manera de ser y la tradición de los reyes persas.

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Esto le empieza a generar fricciones con los macedonios que iban con él, sobre todo aquellos que habían sido allegados también de su padre Filipo.

Durante la estancia en Drangiana, Alejandro descubrió una conjura contra su vida y, lo que es peor, que Filotas, hijo de Parmenión (uno de sus generales), la conocía y no había dicho ni hecho nada. Alejandro manda matar a Filotas y a Parmenión.

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En el 328 a. C., en Maracanda, se produce un violento enfrentamiento entre Alejandro y Clitio. Clitio era un lugarteniente de Alejandro que también había prestado servicio a Filipo, e incluso le había salvado la vida Alejandro durante la batalla del río Gránico.

Durante la violenta discusión, Alejandro, preso de la ira, toma la lanza de uno de los guardias y mata a Clitio.

Había sido una riña de borrachos en la que Clitio quizás se comportó de manera desvergonzada con su rey, acusándole de orientalizarse, pero Alejandro había matado a su amigo y lo lamentó profundamente.

Alejandro también tiene otro incidente con el historiador, sobrino de Aristóteles, Calístenes. Calístenes se negó a rendir a Alejandro proskynesis, que era una reverencia que se hacía en el mundo persa a la divinidad o las personas de rango superior.

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Calístenes fue aprendido y finalmente muerto.

En el 327 a. C. empieza un nuevo capítulo en las conquistas de Alejandro. Alejandro se introduce en las entrañas de Asia y se dirige hacia la India. No se conoce el motivo por el cual Alejandro es impulsado a esto.

Quizá su afán de dominio universal, o quizás conquistar los territorios que en el pasado habían pertenecido a Persia, durante el reinado de Darío I.

Esta expedición introduce Alejandro en tierras en las que ningún europeo había estado antes y un mundo totalmente extraño.

Alejandro, cruza el Irán oriental y en el verano de 326 a. C. se libra una gran batalla: la batalla de Poros, conocida en el mundo griego como la batalla del Hidaspes.

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Alejandro muestra aquí, sus grandes dotes militares, atraviesa el río sin ser advertido por sus adversarios y con su potente caballería hace frente a los elefantes del rey hindú Poros, que quedan inutilizados.

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Abate a los conductores de los elefantes que, desprovistos de sus guías, huyen causando graves daños entre las filas hindúes. El rey Poros termina herido y es hecho prisionero.

Alejandro lo trata con honores e incluso le restituye la soberanía de sus territorios. En esta batalla muere Bucéfalo el caballo de Alejandro.

Alejandro continúa con su avance por el Acesines (Chinab) hasta Hifasis. Llega a Sangala y la toma al asalto. Alejandro, al ver flores de Loto y cocodrilos en la zona, se piensa que está en las fuentes del Nilo.

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Los soldados macedonios, agotados, se niegan a proseguir y ser llevados a tierras infinitamente lejanas. Alejandro, por primera y única vez en su vida, no tiene más remedio que ceder. Edifica altares y ordena el regreso. Es el fin de su campaña de conquistas.

Durante el viaje de regreso, por los ríos, tiene varias luchas y asaltos y en uno de estos Alejandro es herido gravemente por una flecha. Se teme por su vida, pero se recupera y nueve meses después llega a Patala.

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Desde allí se continúa el regreso y parte del ejército regresa hacia el oeste, a través de la región de Aracosia, mientras que Alejandro lo hace cruzando el desierto de Gedrosia (hoy Beluchistán), por decisión propia.

Esta decisión, posiblemente innecesaria, genera muchas bajas entre los soldados macedonios y tienen que sacrificar a la mayor parte de sus caballos y mulos, desfallecidos por la sed y la insolación.

Alejandro lidera la marcha, a pie, compartiendo penurias con sus soldados. Al final consiguen alcanzar la costa y llegan a la capital de Gedosia.

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Durante la ausencia de Alejandro en su periplo de dos años por la India, los sátrapas de origen persa y algunos macedonios que se habían quedado regentando la zona, habían reclutado tropas sin pedir permiso a Alejandro.

Éste castiga a los culpables, entre los que se encontraba Harpalo, amigo de la infancia de Alejandro, que había dilapidado a manos llenas los enormes tesoros que custodiaba. Harpalo huye a Grecia y se refugia en Atenas.

La figura de Harpalo es un ejemplo de la corrupción que se había propagado en el imperio de Alejandro.

Alejandro ya no se consideraba rey de los macedonios sino el gran rey persa y dueño del universo. Plantea una expedición por la península arábiga y el Mediterráneo occidental.

Se celebran unos matrimonios masivos en Susa entre el propio Alejandro, sus generales y amigos directos, con mujeres nobles persas, para favorecer la fusión de ambos pueblos. Alejandro se casa con Estatira, hija del último gran rey persa, y Hefestión con su hermana.

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A pesar de que muchos griegos se casan con mujeres persas, otros no están conformes con esto y se genera un motín en Opis (junto al río Tigris) en el verano del 324 a. C.

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Alejandro licencia a los veteranos, pero algunos soldados le gritaron que licenciara a todos y que se pusiera el solo en campaña, con su padre Amón, haciendo una referencia despectiva al título de hijo del dios Amón con el que se le había nombrado durante la campaña en Egipto.

Alejandro detiene y ejecuta a los cabecillas de este motín. Alejandro, da un discurso en el que recordó a los soldados, lo mucho que su padre Filipo, y él mismo habían hecho por Macedonia.

Después licenció a todo el ejército, e incluso hizo regalos a determinados hombres, honrando a cada uno, de acuerdo con sus méritos o su valor.

Alejandro pretendió que hubiera concordia entre los macedonios y persas y que se gobernarán juntos. En el verano de 324 a. C., durante unas olimpiadas, manda un delegado suyo, Nicanor de Estagira, para que lea un edicto, en nombre de Alejandro, con dos disposiciones.

La primera habla de la pacificación interior del país y de su proyecto de conquista del Mediterráneo oriental. En la segunda exige a los griegos adoración divina a su persona.

Esto en el mundo griego no era algo extraño. Para los griegos alguien que había realizado tales proezas, era digno de ascender a la categoría de dios.

En otoño del 324 a. C. muere Hefestión, amigo íntimo de Alejandro, en Ecbatana, y Alejandro manda construir un enorme monumento funerario en su honor.

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Regresa a Babilonia con la idea de convertirla en la capital del imperio asiático. Alejandro se prepara para la conquista de la península arábiga, pero, tras un banquete, Alejandro cae gravemente enfermo.

Agoniza durante 10 días y el 10 de junio del 323 a. C. Alejandro muere a los 32 años, 12 años después de empezar sus conquistas en Asia.

Se piensa que la muerte de Alejandro fue por el paludismo, o por una neumonía derivada de la herida de flecha que había recibido en su regreso desde la India. También hay quien dice que fue envenenado.

Tras la muerte de Alejandro, algunos filósofos estoicos condenan sus guerras, pero en la antigüedad un conquistador era un héroe, y Alejandro había sido el mayor conquistador de la historia, por lo que fue considerado como el más grande de los generales.

Alejandro cambió la visión del mundo. Lo había hecho más grande. La mentalidad griega, que entonces se limitaba a su ciudad estado, era ahora mucho más global.

Había nacido el cosmopolitismo y la cultura griega se fusionó con la persa, generando el germen de lo que somos hoy en Europa. Todo había cambiado.

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Alejandro muere sin dejar un sucesor y esto tiene consecuencias políticas. La principal es que su imperio se divide en una serie de monarquías repartidas entre sus generales, denominados “los sucesores” o diádocos.

Los herederos de estos, conocidos, como “los nacidos después” o epígonos, fundaron dinastías que poco a poco desaparecieron por sus disputas internas, guerras entre ellos y, sobre todo, por el surgimiento de una nueva potencia emergente, como lo fue Roma.

La muerte de Alejandro significa el fin del periodo clásico en la antigua Grecia y el comienzo del periodo helenístico.

Al mundo griego le tocaba ahora vivir en la sombra de la figura de Alejandro, pero esto es ya otra historia.


Fuentes:

Historia de Grecia. Hermann Bengtson Griegos y Persas. Hermann Bengtson Anábasis de Alejandro Magno. Lucio Flavio Arriano