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Hoy hablaremos de la campaña de Alejandro en Persia contra el rey Darío III, que terminó con el dominio de Alejandro Magno en todo Persia. Dentro hilo.

Darío III Codomano había subido al trono en el 336 a. C. sucediendo a Ciro y a Darío el Grande.

Fue un rey mediocre, sin talento y sin la capacidad necesaria para dirigir un imperio tan grande como el aqueménida, ese gran imperio que había sido desde hacía ya varios siglos, y que era ahora un gigante con pies de barro.

Un gran número de persas se sentía satisfecho bajo el régimen patriarcal en el que vivían, especialmente en la zona central y oriental de Persia, donde la influencia de la antigua Babilonia era más notable.

Las guerras en las últimas generaciones no habían afectado a la médula del imperio y episodios como la expedición de los Diez Mil, en la que diez mil soldados griegos habían entrado como cuchillo en mantequilla en el imperio persa, habían sido considerados como episodios aislados.

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Por todo esto, y a pesar de la mediocridad de su dirigente, la sensación de seguridad de los persas era grande. Grecia era una región periférica y se encontraba demasiado lejos como para preocuparse.

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Además, Persia contaba con muchos mercenarios griegos dentro de su ejército, unos soldados perfectamente adiestrados, que se habían quedado sin trabajo tras la guerra del Peloponeso, y se habían incorporado a las tropas persas.

Las noticias de los preparativos de Alejandro para la campaña contra Persia en el 334 a. C. no les incomodaba. Alejandro avanza desde Sestos a Abidos sin resistencia por parte de los persas.

Se dice que cuando Alejandro entra en Persia arrojó una lanza a la tierra y de este modo tomó posesión simbólicamente de esta nueva parte de la tierra. Visitó lugares sagrados, como Ilión (Troya), donde puso una corona sobre la tumba de Aquiles.

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Alejandro, que siempre viajaba con un ejemplar de la Ilíada consigo, se sentía como el nuevo Aquiles.

La incursión Macedonia en Persia no fue tomada inicialmente muy en serio por el gran rey persa y no existía un mando supremo por parte de los persas para contrarrestarla. Esta incursión fue competencia de los sátrapas locales, que fueron sorprendidos por ella.

No se tuvo en cuenta los consejos de atraer a Alejandro al interior del imperio persa. El consejo era evacuar los territorios desde Lidia a Capadocia, creando un gran desierto. Entonces atacar la retaguardia y repercutir la guerra contra Grecia.

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Los sátrapas locales no estaban conformes con la idea de entregar sin lucha sus territorios a Alejandro y le hicieron frente en la zona de Zelea. Es ahí donde se celebran la primera gran batalla de la expedición de Alejandro: La batalla del río Gránico.

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Fue una batalla que enfrentó a dos ejércitos similares en número, en la que los persas salieron derrotados, tanto por sus errores propios, como por el ímpetu de Alejandro.

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Las tropas mercenarias griegas que luchaban en el bando persa fueron totalmente destrozadas y ya solo quedaron escasos restos.

Alejandro envió trescientas armaduras tomadas del enemigo a Atenas para ser consagradas Atenea, con una dedicatoria, que decía: “Alejandro, hijo de Filipo, y los griegos (excepto los espartanos), de los bárbaros que habitan en Asia”.

Recordemos que los espartanos, ya en decadencia, no se unieron al ejército de Alejandro, al que tampoco le importó mucho, ya que no eran ya una fuerza significativa. Estaba convencido de que podía derrotar a cualquier enemigo y conquistar en el mundo entero, con o sin su ayuda.

Alejandro quería dar la imagen de una liga panhelénica como todos los griegos y nombra al Macedonio Calante gobernador (en la Pequeña Frigia), conservando el título de sátrapa, certificando a Alejandro como sucesor del rey persa, en aquel territorio “conquistado por la lanza”.

De todas formas, la expedición de Alejandro no había hecho más que empezar y se encontraba en inferioridad numérica frente a las tropas persas. No le queda otra que avanzar por la costa jonia por tierra. Se apodera la antigua capital del reino lidio, Sardes.

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Esa ciudadela, considerada como inexpugnable, fue tomada prácticamente sin ofrecer resistencia. Alejandro devuelve los habitantes sus antiguas leyes y se muestra como libertador de pueblos del dominio persa.

Alejandro se presenta como defensor del federalismo frente al forzado centralismo que imponía Persia.

Continúa su avance por la costa Jonia y toma Éfeso, restableciendo la democracia. Continúa con su avance otorgando a las ciudades conquistadas cierta autonomía y libertad. Para Alejandro, las necesidades militares eran fundamentales, relegando todo lo demás a un segundo plano.

La primera resistencia mayor a la que se enfrenta Alejandro en avance es la fortificada Mileto. Alejandro sitia Mileto, cerrando el acceso al puerto, y finalmente Mileto es tomada al asalto en el 334 a. C.

Parte del ejército griego es licenciado se le permiten regresar a Macedonia. Toda la costa occidental de Asia Menor pertenecía ahora a Alejandro. Todo menos Halicarnaso, que caería más tarde, después de un largo asedio.

Alejandro llega como liberador y no como un opresor, y se establecen unos estrechos lazos con los pueblos nativos. Continúa su avance a través de Licia y Panfilia. Alejandro había conseguido lo que nadie había conseguido antes y en muy pocos meses.

En el asedio de Mitilene muere Memnón. Memnón era un mercenario griego al servicio de Persia y significó el alma de la resistencia contra el macedonio. Su muerte fue una suerte para Alejandro.

Darío retira a sus tropas de mercenarios griegos, degradando la guerra a una guerra de segunda clase. Alejandro llega a Gordión y visita su oráculo. Gordión tenía una estatua con el carro del antiguo rey Midas, atado fuertemente a un yugo.

El oráculo, decía que aquel que supiera deshacer el nudo, se convertiría en rey de toda Asia. Alejandro sacó su espada y cortó el nudo. Tras esto atraviesa Ancira (la actual Ankara), Capadocia en el Sur y somete a Cilicia.

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Alejandro, ya en Siria, llega a Issos donde se libra una importante batalla en el 333 a. C. que decidió la suerte de Asia Anterior.

Errores de cálculo por parte de los persas y los macedonios hacen que ambos ejércitos se crucen, paralelamente, sin darse cuenta y se terminan enfrentando con los flancos invertidos.

El gran rey Darío se encontraba en la espalda de Alejandro, e inesperadamente en Issos. Atacaron la ciudad y mataron los macedonios que allí estaban y que eran fundamentalmente soldados enfermos y heridos.

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Al final ambos ejércitos terminan enfrentándose, y las disposiciones tácticas de Alejandro decidieron la batalla. Una victoria contra un ejército persa superior en número y comandado por primera vez por el mismísimo gran rey Darío.

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El rey persa, durante la batalla, perdió los nervios y se dio la fuga. Únicamente los mercenarios griegos mantuvieron en orden, pero el campamento persa cayó en manos de los macedonios, con la madre y la esposa del rey Darío, que había huido, como prisioneras.

Esto significó el principio del fin del imperio persa.

Alejandro trató respetuosamente a la familia apresada de Darío. Además, Alejandro no se le ocurrió perseguir a Darío, cosa que hubiera sido lo normal, sino que prosiguió, imperturbablemente con su plan de ocupar las costas de Persia, prácticamente sin desenvainar a su espada.

La única ciudad que le ofreció resistencia fue la isla de Tiro, una isla, que estaba fuertemente fortificada, y que era la más poderosa de las ciudades fenicias. Alejandro les propone el perdón si le permiten hacer una ofrenda en el templo de Melkant.

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Los habitantes de Tiro se negaron, ya que solo el gobernante de la ciudad estaba autorizado a hacer esto y le sugieren a Alejandro hacer la ofrenda en otro templo, pero en la zona continental. Alejandro sitia Tiro durante siete meses.

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Durante este tiempo construye un dique de unos 800 metros que une la isla al continente y termina entrando en la ciudad. Se produce una gran matanza y los supervivientes, unos 30.000, fueron vendidos como esclavos.

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Darío, antes de la toma de Tiro, propone a Alejandro una propuesta de paz. Darío está dispuesto a ceder a Alejandro todo el territorio al oeste del Éufrates. Alejandro, esto le parece muy poco y lo rechaza.

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Después de Tiro Alejandro se dirige a Egipto. En Gaza, se encuentran ante una resistencia relativamente prolongada, pero tras dos meses Gaza cae y entra finalmente en Egipto. Egipto era un país rico que proporcionaba al rey persa ingresos considerables.

Había sido reconquistado por Astajerjes III hacía relativamente poco y sus habitantes sentían muy pocas simpatías por los persas. Esto hace que Alejandro entre en Egipto, un país sin casi protección militar, sin problemas.

Funda la ciudad de Alejandría en una posición estratégica, que pocos decenios después se convirtió en uno de los centros mercantiles más importantes del Mediterráneo. Alejandro es recibido en Egipto como salvador y libertador y es nombrado Faraón en el 332 a. C.

Tras un tortuoso viaje por el desierto, Alejandro llega al Oasis de Siwa y entra en el templo solo.

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Lo que pasó ahí no se sabe, pero la leyenda cuenta que el sacerdote le quiso saludar en griego y se equivocó en una letra pronunciando “Hijo mío”, saludo que se interpretó como “hijo de Amón”.

El eco de este saludo fue grande en el mundo entero y consagró Alejandro en una posición política, muy por encima de su origen étnico Macedonio y de su cargo como jefe de la liga panhelénica. Esto significa un nuevo periodo en la carrera de Alejandro.

Alejandro reorganiza administración egipcia, confiando la administración civil a dos egipcios, mientras que la militar es puesta en manos de dos macedonios. Alejandro abandona Egipto en el 331 a. C. y continúa su campaña hacia el oriente.

Había dado año y medio a Darío para reorganizarse y movilizar sus recursos. Los persas, en lugar de atacar Alejandro en la retaguardia, lo esperan en Mesopotamia, más allá del río Tigris, cerca de la ciudad de Gaugamela.

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Darío tenía superioridad numérica, había estudiado el terreno e incluso lo había hecho allanar para el uso de sus carros. Su línea de frente era superior a la de Alejandro.

Esto hace que Alejandro situara unos destacamentos especiales por detrás de sus líneas que se podían mover para defender los flancos y la retaguardia.

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Los persas consiguieron romper las líneas macedonias y entraron incluso al campamento de Alejandro, pero este, con su caballería, consiguió penetrar en el medio de la línea persa.

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Darío vuelve a perder los nervios y se da la fuga, dando la batalla por perdida. Huye las montañas curdas y Alejandro avanza Babilonia, que fue entregada al macedonio, y permaneciendo allí dos meses.

La batalla de Gaugamela es una batalla que decidió la suerte del imperio a que aqueménida. Se celebró el 1 de octubre del 331 a. C. Se conoce la fecha con exactitud, ya que hubo un eclipse lunar 11 días antes de la batalla.

Después de esto, Alejandro avanza hacia Susa, Persépolis y Ecbatana, que cayeron con poca resistencia. Al entrar en Susa se encontraron con un tesoro de unos 40.000 talentos de plata y 9000 daricos, una cantidad de dinero enorme.

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Alejandro, en un acto simbólico, lanza una antorcha en el palacio de Jerjes de Persépolis destruyéndolo en venganza por los templos griegos destruidos por el rey persa durante las guerras médicas.

Alejandro llega a Ecbatana, donde se encontraba el huido rey Darío, pero llega demasiado tarde, ya que este había escapado. Alejandro se dispone a perseguir a Darío y apresarle. Lo alcanza cerca de Hecatómpolis pero lo encuentra muerto.

El sátrapa de Bactría lo había hecho matar para que no cayera vivo en manos macedonias.

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La muerte de Darío, el último soberano de la dinastía de los aqueménidas, es un momento decisivo en la vida de Alejandro, que se considera de ahí en adelante, el legítimo sucesor de Darío, a quien lo enterró en Persépolis con todos los honores.

Alejandro es ahora soberano de toda Persia. Alejandro, licencia sus tropas y da por terminada su expedición. Sin embargo, muchos soldados no regresaron a Grecia, sino que prefirieron seguir con Alejandro como mercenarios.

Alejandro se dedica a perseguir a Beso, el sátrapa de Bactría que había ordenado matar a Darío, y en el otoño del 330 a. C., se adentra en territorios iranios, unas tierras totalmente extrañas.

Solo habían pasado seis años desde que había entrado en Persia y clavado la lanza en el 334 a. C. con 20 años.

Todavía le quedan más conquistas que le llevaron hasta la India, expandiéndose mucho más al oriente, creando el mayor imperio conocido hasta entonces en la historia de la humanidad, hasta que muere en el 323 a. C. a la edad de 32 años.

Pero esto ya es otra historia.


Fuentes: Historia de Grecia. Hermann Bengtson Griegos y Persas. Hermann Bengtson Anabasis de Alejandro Magno. Lucio Flavio Arriano